¿
Quiere usted saber lo que es este fenómeno conocido como
Paramilitarismo, convertido en contrarrevolución en nuestro país ?
El
Paramilitarismo. El que tenemos más cercano. El paramilitarismo
colombiano. De dónde viene, cómo se crea, como se forma, cómo
actúa, cómo hace daño, y cómo amenaza a Venezuela al asumir su
rol de contrarrevolucionario.
El
paramilitarismo en general.
Podríamos
afirmar que el paramilitarismo es la forma extrema que adquiere la
acción de un Estado burgués en contra del Movimiento Popular,
cuando éste amenaza con rebasarlo. Para ello, estructura fuerzas
organizadas de carácter paraestatal que concentran su misión
combativa en contener a las fuerzas populares mediante el terror,
aniquilando sus cuadros de vanguardia, buscando aislar a las fuerzas
insurgentes de sus bases de apoyo.
El
paramilitarismo se constituye generalmente con integrantes de las
fuerzas armadas y civiles de ultraderecha, contratando eventualmente
a delincuentes sociales para acciones puntuales, principalmente el
sicariato urbano. Usa, por tanto, todos los recursos del Estado, es
decir: financiamiento, inteligencia, logística, medios de
comunicación, soporte jurídico, etc.
Sus
operaciones tienen un alto componente sicológico. Recordemos que se
busca inhibir, contener, y desestructurar la movilización popular,
procurando su repliegue o reflujo. Para ello, la tortura, el
descuartizamiento, las desapariciones forzadas y todas aquellas
tácticas inscritas en la llamada “Guerra Sicológica”
(recordemos la Escuela de las Américas), tan usada por las fuerzas
del Imperio, desde la llamada Doctrina de Seguridad Nacional hasta el
Plan Colombia, cobran especial relevancia.
Las
experiencias más desarrolladas en este terreno las encontramos en la
Triple A (Alianza Argentina Anticomunista) en la década de los 70,
en los Escuadrones de la Muerte en Guatemala y El Salvador de
comienzos de los años 80.
En
el caso argentino, la irrupción de la Triple A se produjo aún antes
del golpe de Estado del 24 de marzo de 1976. Sectores de las fuerzas
armadas, la derecha peronista, la burocracia sindical, la oligarquía
más rancia dieron rienda suelta a una masiva campaña de asesinatos
de militantes de izquierda. Estas bandas de ultraderecha estarían
estrechamente asociadas a las políticas norteamericanas de la época,
como se demostraría con su cuasi legalización a partir de la
instalación de la dictadura militar en el poder.
El
movimiento popular argentino sufriría un gigantesco desangramiento
por la actividad incesante de estos grupos paramilitares, pero
principalmente lo sufriría el peronismo revolucionario. Parte de la
respuesta de los revolucionarios los llevaría equivocadamente a
enfrentar a los mismos en una guerra de aparatos, que no comprendía
a cabalidad la dimensión del conflicto, desprotegiendo así a sus
liderazgos sociales, que caían persistentemente bajo el fuego
enemigo o eran obligados a pasar a la clandestinidad, lo que
inexorablemente iba aislando a las organizaciones revolucionarias del
movimiento de masas.
Pero
quizás el caso de mayor sofisticación se encuentra en la República
de Colombia.
El
paramilitarismo colombiano.
El
paramilitarismo tiene sus raíces en los orígenes del conflicto por
la tierra en Colombia que se desató desde mediados del siglo pasado.
Ya en 1964 la Sociedad de Agricultores de Colombia solicitaba al
gobierno la autorización para la formación de autodefensas, lo que
sería autorizado 4 años después con el comienzo legal de la
formación de grupos armados de civiles bajo control de las Fuerzas
Armadas que ejercerían una dura represión sobre el campesinado.
Entre 1974 y 1975 la violencia paraestatal se comienza manifestar con
el asesinato y desaparición sistemática de activistas de izquierda,
como nueva forma de combate a la insurgencia y al movimiento popular.
Sin
embargo, los antecedentes más cercanos del paramilitarismo actual
suelen situarse a principios de los años 80, específicamente el 2
de diciembre de 1981, cuando forman el llamado MAS (Muerte A los
Secuestradores) como respuesta ante el secuestro tres semanas atrás
de Martha Nieves Ochoa, hija de Fabio Ochoa, conocido ganadero,
criador de caballos de paso y miembro de una poderosa familia
mafiosa, ejecutado por el extinto M-19 (Movimiento 19 de Abril).
Promovido
por capo del narcotráfico, Carlos Lehder, 223 jefes mafiosos deciden
asignar cada uno 2 millones de pesos, y 10 de sus mejores hombres
para rescatar a la secuestrada. El resultado fue la devolución de la
plagiada el 16 de febrero de 1982, sin pagar un peso, sana y salva,
luego que el grupo paramilitar determinó la autoría material de la
acción del M-19, identificando a su jefe operativo, Luis Gabriel
Bernal, quien solicitaba 12 millones de dólares por el rescate. 25
allegados de Bernal, incluidos su novia, su hermano, su cuñada y sus
mejores amigos fueron secuestrados por el MAS.
Luego
este grupo (integrante del Cartel de Medellín) motorizado por
Rodríguez Gacha, alias “el Mexicano”, contrata a Yair Klein, ex
jefe del Estado Mayor israelí durante la famosa Guerra del Yom Kipur
(1973), quien se instala durante un período en Colombia para
instruir junto a varios oficiales israelíes a las unidades
paramilitares originales conducidas por Rodríguez Gacha.
Otros
grupos delictuales conformarán unidades similares a nivel local, por
ejemplo Ramón Isaza en el Magdalena medio, o el traficante
esmeraldero Víctor Carranza, en Boyacá. Siguiendo el ejemplo del
MAS en diversas regiones del país comenzaron a surgir grupos
similares, especialmente en las zonas de cultivo de droga en donde
los narcotraficantes vieron en estos grupos la posibilidad de
librarse de la influencia de la guerrilla e iniciar una
contra-reforma agraria apoderándose de enromes extensiones de
tierras. Los narcos se unieron a los terratenientes tradicionales y a
los ganaderos para impulsar estas formaciones.
La
política de paz impulsada por el gobierno de Betancur (1982- 1986),
que significaron negociaciones con la guerrilla, la aprobación dela
amnistía y un freno momentáneo a la brutalidad de las Fuerzas
Armadas, llevaron a estas últimas sector y a los sectores narco,
ganaderos y terratenientes a recurrir de forma creciente a grupos
paramilitares. El Ejército impulsó estas formaciones, las toleró y
sus miembros actuaron dentro de ellas para seguir desarrollando sus
labores contrainsurgentes. Las propias cifras del Ejército hablan de
456 asesinatos ejecutados por paramilitares entre fines de 1982 y
fines de 1983.
El
accionar paramilitar se incrementaría con la creación de la Unión
Patriótica (UP) en 1985, surgida como consecuencia de los acuerdos
de La Uribe con las FARC, la cual sería víctima de una masacre.
Simultáneamente, comienzan a configurar algunos de sus modus
operandi como las “limpiezas” contra delincuentes comunes y
marginados en Cali, Medellín y Pereira, por supuesto, con la
complicidad de las Fuerzas Armadas.
Quizás
fue la guerra de aniquilamiento en contra de la Unión Patriótica
(UP) la que les permitió pasar a conformarse en el perro cancerbero
del establecimiento colombiano. La muerte de dos candidatos
presidenciales de esta fuerza política, Jaime Pardo Leal Y Bernardo
Jaramillo, fue el corolario de una serie de matanzas que le
significaron cerca de 4.000 muertos a la UP.
No
hubo respuestas adecuadas de parte de las fuerzas políticas que
dirigían a la UP. No se comprendió a tiempo la nueva estrategia
llevada acabo por la oligarquía colombiana. Y todavía ahora se
sienten los efectos de en el campo popular por la pérdida de esa
enorme cantidad de líderes políticos y sociales, que demoran
décadas en formarse como tales.
Sólo
con la VIII Conferencia de las FARC-EP de comienzos del año 1993,
después del intento de toma de “Casa Verde” por parte de las
FFMM colombianas, es que el movimiento revolucionario comienza a
responder ante el desafío puesto por el Estado.
Será
con los hermanos Castaño, (Fidel, Vicente y Carlos), ex miembros del
Cartel de Medellín y luego fundadores de los Pepes (Perseguidos por
Pablo Escobar), organización estructurada por el status colombiano y
la DEA para aniquilar el imperio del hombre de Medellín, que el
paramilitarismo pasará a cumplir una nueva función.
Arrancará
inicialmente con las ACU (Autodefensas de Córdoba y Urabá), copando
los espacios abandonados por el EPL (Ejército Popular de Liberación)
luego de su desarme en 1991. En una alianza con los ganaderos y
reclutando una significativa parte de los ex integrantes de la
guerrilla maoísta, este grupo narco-paramilitar consolidará su
posición hegemónica gracias a los estrechos lazos que construyó
con el imperio en la lucha contra Pablo Escobar y los excelentes
padrinos que consiguió en la extrema derecha del establecimiento
colombiano.
Este
selecto grupo no sólo organizará a todos los carteles pequeños,
medianos y grandes en una gran confederación, las AUC (Autodefensas
Unidas de Colombia), sino que ésta alianza les otorgará impunidad y
reconocimiento político a cambio desplegar un plan operacional a
nivel nacional que tendrá a la población civil como su blanco
principal.
Desde
1997 las AUC se despliegan por 18 departamentos del país y, hasta el
2005, sólo el Bloque Norte de las AUC ejecutó 333 masacres. Las
matanzas de campesinos y todo aquello que estuviese cerca de la
guerrilla, con el beneplácito y apoyo del establecimiento
colombiano, incluidas las Fuerzas Armadas, les permitirá ampliar el
control territorial para asegurar sus cultivos y laboratorios de
elaboración de cocaína y pasta base.
Este
plan fue concebido por los estrategas norteamericanos ante el
evidente colapso militar de las fuerzas gubernamentales que
anunciaban las exitosas operaciones militares de la guerrilla de las
FARC-EP desde 1997 en adelante. Éstas habían logrado desarrollar
acciones combativas de gran envergadura, como ataques y asaltos a
posiciones militares fijas que implicaban un enorme salto cualitativo
de la insurgencia desde el punto de vista táctico, operacional y
estratégico.
Ante
este escenario los estrategas del Imperio, plantean la urgente
necesidad de impulsar un proceso de reingeniería de las fuerzas
armadas estatales, elevando la disposición combativa de sus tropas a
través de la profesionalización de sus efectivos, de la
introducción de tecnología y técnica militar de última
generación, de la asistencia masiva a través de asesores directos.
Pasaron, pues, las Fuerzas Armadas colombianas a ser unidades de alta
movilidad y flexibilidad, con enormes recursos aéreos, tanto en
helicópteros como de aviones, inteligencia electrónica a mano,
apoyo de artillería y blindados, con una sólida logística y
coordinación de sus mandos.
La
estrategia militar rompió con la improvisación y los planes
desconectados, para llevar todo al terreno de un gran plan militar
general, articulando objetivos, fuerzas y medios en una lógica
operacional única y coherente. Así nace el Plan Patriota, la fuerza
de tarea del sur, fuerza de despliegue rápido, etc.
El
tiempo que requirió el imperio y el establecimiento colombiano para
consolidar en este proceso, se ganó en gran parte gracias a la
acción efectiva del paramilitarismo, que en el intertanto golpeaba
sistemáticamente la base de apoyo de la guerrilla en áreas
estratégicamente delimitadas.
Así
es que arrancan inicialmente consolidando su base principal en
Córdoba y Sucre. A la par, avanzan sobre el Urabá antioqueño (que
ocupa un lugar privilegiado, tanto por sus vías de comunicación
interna, como hacia el Darién y la frontera panameña, además de
ser una importante vía fluvial y marítima), luego la línea de la
frontera con Venezuela bolivariana, donde el objetivo central es
arrebatar territorio a los frentes de guerra nororiental y oriental
del ELN, aniquilar las ultimas estructuras del EPL e insertar cuñas
entre los Bloques Oriental y Catatumbo de las FARC-EP, y entre este
último y el Bloque Caribe, para así interrumpir las líneas de
comunicación, abastecimiento, de transportes e inhibir la
coordinación a nivel operacional y estratégico.
Avanzan
desde la Guajira, principalmente en la Sierra de Santa Marta y
Maicao, con grandes éxitos en el Norte de Santander, pasando por
Arauca, para llegar al Guaviare. También desarrollaron grandes
esfuerzos en el Putumayo, Pasto y la línea fronteriza con el
Ecuador. Esto fue acompañado por el desarrollo de un concepto de
“zonas liberadas” por el paramilitarismo, que fueron
acondicionadas como un espacio para el libre accionar del
narcotráfico.
En
este plan, la insistencia norteamericana de instalar cuñas entre los
Bloques y Frentes de las FARC-EP, era junto a la consolidación de
“puntos de partida” para la agresión hacia Venezuela, los
objetivos principales. Mientras se intentaba poner a la defensiva a
las FARC-EP, complicando su comando y control, junto a los
abastecimientos logísticos, complicando la movilidad, el control
territorial y la coordinación entre las diferentes unidades de la
guerrilla, se sentaban las bases posicionales para el plan de
agresión en contra de la Revolución Bolivariana.
Con
toda la Impunidad jurídica y legal, con el respaldo militar del
Estado (combativo, logístico y de inteligencia), con la complacencia
del Imperio y sus agencias (DEA), las AUC se convirtieron en una
franquicia, que se hizo brazo fundamental de la Contrainsurgencia en
Colombia.
Las
BACRIM, el paramilitarismo renovado.
Las
AUC lograron darle tiempo al Estado colombiano para la reingeniería
de sus Fuerzas Armadas e impulsar el desplazamiento forzoso de
millones de colombianos dejando el terreno libre para los negocios
del narcotráfico, el agronegocio, la minería y otras fuentes de
ingreso para la oligarquía colombiana y las multinacionales. El
accionar paramilitar fue determinante para que Colombia se
transformase en uno de los países con más desplazados en el mundo,
sólo entre el 2000 y el 2005 los paramilitares obligaron al
desplazamiento forzoso de más de 2 millones de colombianos.
Con
las Fuerzas Armadas rediseñadas y con la presencia militar directa
norteamericana, el paramilitarismo entra en una nueva fase.
Ante
el desarrollo de la guerra interna y la necesidad de otorgarle
legitimidad al establecimiento colombiano (debido a razones políticas
internas y externas), el paramilitarismo pierde su vigencia como
elemento para la guerra contrainsurgente. De hecho ya comenzó a ser
incapaz de sostener zonas bajo control sin la presencia de las
fuerzas militares estatales, siendo cada vez es más acosada y
aniquilada por la insurgencia. Al mismo tiempo, su desprestigio
internacional y nacional producto de sus permanentes masacres en
contra de la población civil y su inocultable esencia
narcotraficante, hacían necesaria su superación en forma. Pero,
como se trata de una estrategia global que depende de los intereses y
directrices del imperio, se le otorgará al paramilitarismo una nueva
función en este escenario regional.
El
presidente Álvaro Uribe Vélez, vinculado al narcotráfico y al
paramilitarismo, impulsor de las CONVIVIR, inicia un montaje
mediático de negociaciones de paz con la AUC que culminarán con la
desmovilización formal del grupo y el arresto de sus principales
jefes. Esta desmovilización buscó imponer la idea de que “ya no
hay más paramilitares en Colombia”, cuando en verdad fue una
maniobra organizada por el gobierno y narcotraficantes en donde miles
de delincuentes requeridos por la justicia fueron hechos pasar por
“paramilitares” para legalizarlos y que volviesen a sus
actividades ilícitas gozando de beneficios.
Las
AUC no contaron con grandes tropas de contingentes armados como suele
creerse, fueron un complejo de autodefensas armadas, grupos armados
del narcotráfico, elementos del Ejército se colocaban el brazalete
de las AUC para cometer atrocidades y bandas delictivas que
ejecutaban diversas acciones (sicariato, masacres, etc.) a nombre de
las AUC. Teniendo en cuenta este entramado,
Paramilitares-Ejercito- delincuentes comunes, al momento de
desarticularse la estructura central que eran las AUC, surge un
proceso de descentralización, dispersión y disputa entre los
distintos mandos medios y grupos delictivos que ahora comienzan a
disputarse el espacio dejado, aunque sin la capacidad financiera y
militar. Las organizaciones que comienzan a surgir afianzan su poder
controlando partes del mercado ilícito, contratando a pequeñas
bandas para que ejecuten operaciones, adquiriendo estas últimas
armamento largo y capacidad para operar en zonas rurales cercanas a
las ciudades.
Siguiendo
con la farsa del fin del paramilitarismo, el establecimiento
colombiano caracterizó a estos grupos como algo distinto al
paramilitarismo, denominándolos como Bandas Criminales o Bacrim. Sin
embargo, esta dispersión del paramilitarismo no implica que haya
cambiado su carácter reaccionario hacia el movimiento popular;
siguen desplazando poblaciones en función de los intereses de las
multinacionales mineras, la agroindustria y el narcotráfico,
asesinado a dirigentes sociales. La propia Cruz Roja indica en sus
informes anuales que en la actualidad los grupos paramilitares que
son las llamadas Bacrim son responsables al menos de la misma
cantidad de muertos y desplazados que el conflicto entre las fuerzas
guerrilleras y el Estado.
De
las cientos de bandas que surgieron actualmente las estructuras más
grandes son Los Rastrojos, Los Urabeños, Los Paisas, Renacer,
Machos, Águilas Negras, Cordillera, Bloque Meta, Libertadores del
Vichada, Héroes del Nordeste, Bloque Frontera y La Empresa,
extendidos en su conjunto a casi todo el territorio colombiano.
Estos
grupos tienen sus orígenes directos en las antiguas estructuras
paramilitares y gran parte de sus miembros son “desmovilizados”.
Su estructura interna suele distinguir entre una cúpula encargada de
la dirección de la organización y grandes operaciones de tráfico
de drogas, armas y contrabando, existiendo bajo ella un entramado de
bandas delictivas y delincuentes comunes que realizan tareas
específicas de sicariato, microtráfico, cobro de “vacunas”,
control de zonas de cultivo, entre otras actividades. Al igual que
sus predecesoras, se alían a los grandes poderes políticos,
económicos y militares, a los cuales son funcionales, controlando a
funcionarios de las policías, alcaldías, administración pública,
justicia, etc., así como al transporte, comercio, buhoneros, redes
de contrabando, etc. Corrompen totalmente las estructuras públicas y
sociales, accionando en contra de los movimientos y dirigentes
sociales que amenacen sus prácticas e intereses. Fenómeno que se ha
trasladado al otro lado de la frontera.
El
paramilitarismo en Venezuela
En
un primer momento Venezuela fue usada por las AUC y otras
organizaciones como retaguardia estratégica, desarrollando una
ofensiva sobre la zona de frontera. Hacia 1997 habían 21 estructuras
paramilitares en la zona de frontera, sobretodo en el Cesar y la
Guajira. Es en ese mismo año en que el líder de las AUC, Carlos
Castaño, se reúne con 140 empresarios, latifundistas y ganaderos de
Barinas, Táchira y Zulia con la idea de establecer estructuras
paramilitares en dichos Estados. Es también en ese año, cuando por
primera vez se reconoce oficialmente la presencia paramilitar en el
país con la captura de 7 paramilitares en Apure, a quienes se les
incautó armamento y una lista de colaboradores ganaderos y
terratenientes, por cierto, en este caso también comenzamos ya a ver
la penetración paramilitar en las instituciones venezolanas, pues el
general de la Guardia Nacional Enrique Medina Gómez los libera; 5
años más tarde el mismo general participaría del Golpe de Estado
contra el Comandante Chávez.
Actuando
inicialmente en Táchira, Apure y Zulia, dedicados al robo de ganado,
secuestros, extorsión y sicariato, comienzan una progresiva
penetración en el territorio nacional. Desde el norte de Cúcuta,
pasando por Ocaña, Convención, El Tarra para llegar a la Gabarra.
Consolidado ese corredor y sus cabezas de playa, se acelera la
penetración entre el sur del lago de Maracaibo (Machiques, El Vigía
hasta San Cristóbal, pasando por Rubio, San Antonio y Capacho).
Luego intentan penetrar la vía hacia Barinas, destacando
contingentes en El Milagro, San Joaquín de Navay y Socopó, hasta la
propia ciudad de Barinas. Luego de un tiempo ya se visibilizaban en
Barquisimeto, Valencia, Caracas, Portuguesa, Mérida, Margarita y el
Estado Sucre. Penetraron al mismo tiempo desde la Guajira, pasando
por Maracaibo para caer en Barquisimeto. ¿Qué dudas puede quedar de
que se trataba de un plan rigurosamente diseñado y ejecutado con
enormes recursos materiales, humanos y financieros y parte de un
esquema de mayor y profundo alcance?
Desde
fines de los 90’s, a raíz de la penetración paramilitar generará
un aumento de la actividad de grupos ilegales, el aumento del
contrabando de gasolina, el aumento de la salida de drogas desde
Colombia hacia Venezuela y desde allí a Centro América y África,
aumento en el contrabando de armas y el creciente corrompiendo es las
estructuras institucionales. Vale la pena indicar que la cultura
paramilitar del desprecio por la vida y el uso de métodos de
tortura, decapitamiento, descuartizamiento, uso de motosierras, entre
otros, comenzó a permearse en el accionar de la delincuencia
venezolana.
Previo
a su disolución, las AUC enviaron en el 2004 a sus testaferros a
Maracaibo y San Cristóbal para crear empresas y generar las bases
necesarias para la exportación de drogas y el lavado de dinero,
desarrollándose estructuras que comenzaron a controlar el comercio,
a imponer “vacunas”, a controlar gremios, a las bandas delictivas
y a funcionarios estatales policiales y de la Guardia Nacional, todo
esto en complicidad con ganaderos, latifundistas, empresarios, mafias
y dirigentes de la derecha. Actividad que se extendió hacia otras
ciudades del país.
Tras
la desmovilización de las AUC, las Bacrim, especialmente Rastrojos y
Urabeños, se posicionan en la línea fronteriza controlando el
narcotráfico y el contrabando de gasolina, produciendo un rápido
ascenso de la violencia y los homicidios.
Aprovechando
el diferencial de precios de la gasolina, alimentos y otros
productos, el contrabando se convirtió en un lucrativo negocio,
desatado en los últimos años. Controlando las redes de bachaqueros
y pimpineros, las casas de cambio en la frontera, corrompiendo y
convirtiendo en parte del negocio a elementos de las Fuerzas Armadas,
de las policías y de las instituciones, las Bacrim han obtenido
enormes ganancias a costa del pueblo venezolano.
A
través de la frontera por tierra, aire y ríos la droga transita
para ser almacena en el interior, en Estados como Guárico y Bolívar,
para ser transportada al Caribe y Centro América, mientras los
puertos y aeropuertos son usados para enviarla a Estados Unidos,
África, Europa o México. El negocio es tal que la zona de frontera
ha visto la instalación de carteles mexicanos, como el de Sinaloa y
Los Zetas, y carteles dominicanos.
En
un nivel menor, las Bacrim controlan negocios menores como la
prostitución, empresas de transporte, “vacunas” a comerciantes,
sicariato, buhonería, microtráfico, sindicatos, entre otros. Para
lo cual subordinan o contratan a bandas menores para ejecutar estas
acciones, tal como lo hacen en Colombia.
Han
llega a controlar varios enclaves en las grandes ciudades. Se
insertan en las zonas controlando bodega o quioscos que les sirven
como fuentes de información e inteligencia, se acercan a pequeñas
bandas y les suministran drogas y armas para luego irlas controlando
poco a poco y de ahí van extendiendo su control hacia otras bandas,
hacia el comercio, el microtráfico, la prostitución, el robo de
carros, etc., para luego corromper a autoridades locales y
policiales.
Paramilitares
colombianos, contrarrevolucionarios en Venezuela.
Ahora
bien, hemos usados los términos “paramilitar” y paramilitarismo”
indistintamente se trate de Colombia o de Venezuela para un mejor
entendimiento. Sin embargo, en este punto debemos hacer precisiones y
distinciones conceptuales. Como hemos visto existe una diferencia
entre paramilitarismo y contrarrevolución armada. Dos conceptos que
si bien resumen estrategias pro imperiales y reaccionarias, se mueven
en escenarios particulares. El primero desde el poder constituido, y
el segundo en contra del nuevo poder revolucionario.
En
esa dirección, y para los intereses de los revolucionarios
venezolanos, debemos precisar las características del
paramilitarismo colombiano y su mutación al entrar a operar en el
espacio venezolano. Esto no sólo por un problema de carácter
territorial, sino por los objetivos que procura y misiones que cumple
en este país. Mientras en Colombia estas organizaciones
reaccionarias devienen en entes paralelos pero vinculados al Estado y
sus fuerzas armadas, y de ahí su carácter “paramilitar”, al
entrar en Venezuela éste se transforma en “contrarrevolucionario”,
al insertarse dentro de la lógica de acabar con el gobierno
revolucionario existente, y, por cierto, golpeando también al
movimiento popular. Es decir, se convierten en un arma
desestabilizadora del Imperio.
Es
importante estudiar a fondo su esencia narcotraficante, no sólo por
los enormes recursos económicos que ello les genera, sino porque se
establecen como un contrapoder real, que va carcomiendo las
estructuras del Estado, permeando todas las esferas del mismo. Así
infiltra, recluta, corrompe. Poco a poco va asumiendo el control
total de la delincuencia social. El lavado de dinero, el tráfico
y la venta de armas, el robo de carros, el contrabando de
combustible, la falsificación de documentos, el sicariato, el
tráfico de personas, las redes de prostitución... en fin, todos
problemas que traspasan la seguridad ciudadana y se elevan al rango
de seguridad nacional.
Por
tanto, no se trata sólo de que las organizaciones paramilitares
colombianas, denominadas Bacrim, desarrollen actividades ilícitas
dentro del territorio nacional, es que cumplen también un rol
político de desestabilización y ataque al proceso revolucionario,
que ha quedado demostrado en toda su evidencia en las acciones
desatadas por la derecha desde febrero del presente año.
La
alianza entre la derecha, los grupos económicos y el
paramilitarismo no es nueva. Recordemos como los gremios ganaderos
y terratenientes se han aliado a estos grupos, para asesinar a más
de 300 dirigentes campesinos en los Estados Portuguesa, Yaracuy,
Zulia, Táchira, Apure y Barinas, desde que se promulgase la Ley
de Tierras del 2002. O los 130 paramilitares descubiertos en la
finca Daktari, en Baruta (Estado Miranda), cuyo objetivo era
asesinar al Comandate Chávez; entre estos se encontraba el
"Comandante Lucas", del Bloque Norte de Santander de las
AUC. Operando a través de bandas delictivas de Colombia o
Venezuela, han asesinado a dirigentes sociales y políticos en
todo el país, haciendo pasar estos hechos como provenientes de la
delincuencia común, desatando el crimen y la inseguridad,
acabando con toda una generación de jóvenes que podrían haber
aportado empeños en las filas de la Revolución.
En
las acciones desestabilizadoras y golpistas iniciadas en febrero,
las organizaciones paramilitares colombianas fueron pieza fundamental
dentro del entramado de violencia reaccionaria. Junto a grupos de
choque formados en el extranjero (incluida la propiedad Colombia),
grupos operativos y ex miembros de las fuerzas armadas,
paramilitares colombianos actuaron como elementos de combate en las
“guarimbas”, especialmente en el estado Táchira, donde
controlaron importantes sectores de San Cristóbal, paseándose con
armamento de largo alcance, imponiendo toques de queda,
distribuyendo panfletos que amenazaban con 'limpiezas sociales' y
otros elementos intimidatorios como colgar ratas o muñecos vestidos
de rojo en los puentes. Estos elementos se desplegaron por Mérida,
Zulia, Barquisimeto, Carabobo y Caracas, desatando la violencia
y emboscadas a elementos policiales y de la Guardia Nacional. En
este sentido vale la pena mencionar que esto debe ser visto en
función de la complejidad del paramilitarismo colombiano, es decir,
son varios grupos que operan en diversos niveles y de variadas
formas, por tanto, a la hora de hablar del paramilitarismo
colombiano, convertido en contrarrevolución armada durante las
“guarimbas”, debemos entender que bajo este concepto se engloba
un entramado de grupos armados con formación militar, constituidos
por elementos y ex elementos de las fuerzas armadas colombianas,
bandas de delincuentes colombianos y también venezolanos,
contratados al efecto.
Tanto
por su participación en acciones desestabilizadoras de violencias
callejera y terrorismo, como en su papel en la “Guerra Económica”,
en la que han sido protagonistas del contrabando, el
paramilitarismo colombiano es un elemento necesario de estudiar y
analizar urgentemente, pues su rol contrarrevolucionario dentro del
territorio nacional constituye una grave amenaza para el proceso
revolucionario venezolano.
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