El autor de 'El nombre de la rosa' y
'Apocalípticos e integrados' presenta su última novela, 'Número cero', sobre
las crisis del periodismo a partir de la historia de un diario fallido.
Umberto
Eco (Alessandria, 1932) ha escrito mucho y muy atinadamente sobre
cuestiones
como la representación, el símbolo y la cultura. Quizá por andar tan
alto, ahora ha decidido 'rebajarse' a hablar... del periodismo.
'Número
cero' (de Editorial Penguin Random House) es una novela sobre
'Domani', un periódico ficticio y fallido montado por un ricachón
para poner en
aprietos a dios sabe quién. Una
redacción compuesta de perdedores se dedica a hacer números cero del
invento, lo cual sirve al autor de 'El nombre de la rosa' para soltar
ideas como
las que siguen, mientras mastica un
purito en su casa.
¿Por qué quiso hacer este libro?
Llevo escribiendo artículos y ensayos
sobre los defectos del periodismo italiano desde 1960, en muchos casos con
polémicas, en otros discutiendo con amigos... Yo mismo he escrito en
periódicos, así que se trata de una crítica desde el interior. Desde hace 10
años tenía en la cabeza esta idea de hacer una novela sobre los defectos del
periodismo, pero lo había ido retrasando. Hasta hoy.
¿ Y por qué ambientarlo en 1992 ?
1992 fue un año en el que se
estableció un giro copernicano. Los partidos entraron en crisis y comenzaron
todos estos procesos judiciales contra la corrupción, por lo que había esta esperanza de que todo
cambiase. Pero dos años después llegó
Berlusconi... [risas ]. Me interesaba
que en la novela nuestro presente fuese un futuro que la gente todavía
desconocía. Por eso, en el libro, el director del periódico, Simei, dice
que los teléfonos móviles son una moda pasajera…
La imagen del periódico que aparece
en el libro es muy negativa, como una herramienta de difamación.
No
todos los periódicos son una
'máquina de fango'. Los vespertinos
ingleses, por ejemplo, con todos los cotilleos de la familia real, lo
hacen para vender un poquito más. Pero en Italia este mecanismo se ha
usado como
herramienta política para deslegitimar al adversario. Por ejemplo, hay
un caso real que cuento en la novela sobre
un juez que había hecho algo que no había sentado muy bien. Y le fueron
fotografiando hasta que le sacaron
fumando en una imagen en la que se apreciaba que llevaba unos calcetines
de
colores chillones, sólo para sugerir que
se trataba de un ser un poco raro.
En el libro, Simei dice que "los periódicos le dicen a la gente cómo
tiene que pensar…"
Depende de quién los lea. A mí, por
ejemplo, los periódicos no me dicen qué
tengo que pensar. También porque no leo
uno sólo y estoy abierto a muchas sugerencias. Pero un lector más ingenuo o menos preparado
estará más influenciado, pero, más
aún por la televisión.
¿ Cree que los periódicos han perdido poder por los excesos del pasado ?
Si
un periódico importante hace hoy
una entrevista al primer ministro, ésta
sigue teniendo un peso y hasta se puede discutir de ella en el
parlamento.
Ahora bien, este poder de influir no es
sobre el público, sino sobre las altas
esferas. El verdadero chantaje no llega
cuando yo digo a mucha gente que usted ha robado, sino cuando se lo
cuento solamente a dos y ya
está. Es poner una noticia en la mesa de
la persona importante y sugerir que se podría contar más. Ahí es donde
los periódicos tienen el
verdadero poder, no sobre el hombre de
la calle que puede leer el mismo texto de una forma distraída. Es una
influencia sobre la 'cima', por decirlo de algún modo. ¿ Por qué hay
tantos pequeños periódicos que
no tendrían razón de existir, si no reciben subvenciones y venden muy
poco ? … Porque ‘su
función es la de enviar un mensaje privado’. Dicen: 'Yo sé algunas
cosas y podría decir más…'.
¿'Domani' tiene algo que ver con la realidad?
Me
inspiré en un personaje real, que
no está mencionado en el libro, Mino
Peccorelli, que durante los años 60 y 70
tenía una agencia de noticias en Italia cuya circulación era
limitadísima, pero llegaba a las mesas de los ministros y diputados.
En él se lanzaban sospechas y era
tan peligroso que lo mataron en 1979… por
este pequeño pseudo-boletín que servía como instrumento de chantaje.
¿Qué opina de la actual crisis de los periódicos?
La
crisis de los periódicos no
empieza ahora, sino en 1954, con la llegada de la televisión. Antes
decían lo que había pasado el día
anterior, pero desde ese momento la
gente ya lo sabe. El gran humorista y escritor
Achille Campanile dijo en los años 60 que el periódico es como una
carta que dice: "Seguirá un telegrama". Lo que pasa es que el
telegrama es del día
anterior...(!) Y esto es un problema. Los periódicos se parecen cada
vez más a los
semanarios, lo que, a su vez, pone en peligro a los semanarios. Pero
es que un diario no tiene la capacidad de
un semanario de hacer las cosas tranquilamente, porque se trabaja al
filo de la noche. Hay que tener también en cuenta el esquema
publicitario y el aumento de los anuncios: cuando yo era niño, había
periódicos de dos páginas tan sólo, y hoy son de
60. Y hay que llenarlas... Si eres un periódico serio, puedes hacerlo
con comentarios y análisis, pero si no, te conviertes en esta máquina
de fango que
llena páginas y que obliga a leerlas por ese mecanismo que
los alemanes llaman 'Schaden-freude', el placer del
dolor ajeno...
Roberto Saviano ha dicho que el libro es un "manual de comunicación
contemporánea".
No
creo que sea un manual, pero también se ha dicho que debería
estudiarse en las escuelas de periodismo. Esto quizás sí, pero como
mal manual de periodismo, de lo que no debe hacerse [risas].
En su anterior novela, 'El
cementerio de Praga', el protagonista se
dedica también a crear bulos. ¿ Hay una
conexión entre ambos libros ?
Hay una conexión con otros muchos
libros míos, como 'El péndulo de
Foucault', porque siempre me ha
preocupado la paranoia del complot. Y hoy
todavía más, porque internet está lleno
de este tipo de contenidos. Lo que más
me interesa es cómo se construye el complot, conectando hechos que parecen no tener
relación. En la novela, eso es lo que hace el periodista Bragadoccio, al conectar en un único hilo los últimos
momentos de Mussolini con lo que sucedió en Italia en las décadas siguientes.
¿ Cómo pueden combatirse estos 'complots'
?
Una
de las primeras cosas que habría
que enseñar a los niños es cómo filtrar noticias en internet, a
distinguir las verdaderas de las falsas. Un ejercicio podría ser elegir
un argumento y buscarlo en 10 sitios distintos. Haciendo una
comparación se podría crear un
sentido crítico. Hay síndromes del
complot que resulta muy fácil demostrar que son mentira y otros
que no tanto. Por ejemplo, esa idea de que los estadounidenses no
llegaron a la Luna y que las imágenes que se ven son una
reconstrucción que se hizo en un estudio. ¿ Cuál es el argumento
contrario ? Que si esto hubiese sido así, los soviéticos lo hubiesen
dicho y demostrado. Pero si se callaron, es que no había ninguna
prueba y, por
tanto, es una estupidez. O 'Los
protocolos de los sabios de Sion', cuya
falsedad se demostró hace 100 años, pero
en internet sigue circulando y en las bibliotecas árabes está entre
los
libros más consultados. Es verdad, hay complots reales, como el que
se organizó para matar a Julio
César. O la Conspiración de la pólvora
de Guy Fawkes, que fue descubierta y no
llegó a término. O lo que sucede
habitualmente en la bolsa, con las OPAs y todos
los movimientos que empiezan siendo secretos y luego
se materializan. Pero los más peligrosos
son los complots mentirosos, porque no
logran salir bien, se quedan en el
imaginario colectivo, obsesionando a la
gente, y nadie puede desmontarlos porque no existen. Pongamos que
usted es ateo: todas las religiones son la descripción de un
complot que no existe. Pongamos que es
católico creyente: el resto de las
religiones son un complot inexistente.
Un personaje de la novela dice en un momento que "el placer de la erudición está reservado
a los perdedores"…
Es
una paradoja, pero también es verdad que puede haber un
físico que gana el Premio Nobel y no sabe nada de la historia de la
literatura. O puede
existir un corrector de libros que sabe muchísimo de muchas cosas y ve
que esto no le sirve para nada en la vida. Hoy se da un fenómeno de
hiperespecialización, que es muy
estadounidense. Recuerdo hablar con un
profesor de francés de una universidad de EEUU, de que estábamos
llegando a un ‘taylorismo’ de la cultura, es decir, a un momento
donde cada uno es capaz de hacer
una sola cosa. Y me preguntó que qué era el ‘taylorismo’. Pues eso
mismo que le pasaba a
él, que no sabía casi nada de ninguna
otra cosa.
¿ Cómo ve la influencia de internet en los 'mass media' ?
No estoy seguro de que internet haya
mejorado el periodismo, porque es más fácil encontrar mentiras en internet que
en una agencia como Reuters.
¿ Cómo valora que las noticias más vistas de internet sean las que
son ? ¿ Es el lector culpable ?
Con
Facebook y Twitter es la totalidad del público la que
difunde opiniones e ideas. En el viejo
periodismo, por muy asqueroso que fuese
un periódico, había un control. Pero ahora todos los que habitan el
planeta, incluyendo a los locos y los
idiotas, tienen derecho a la palabra
pública. Hoy, en internet, su mensaje tiene la misma autoridad que el
premio Nobel y el periodista riguroso. O, por
ejemplo, lo que pasa con los libros. Antes las editoriales ejercían de
filtro, aunque podían equivocarse: esto se publica y esto
no. Ahora, cualquiera puede publicar un libro en internet
y resulta complicado argumentar con un joven las
diferencias entre algo bueno y algo malo. Sí, se
podrá decir que la clave está en ‘que le guste o no’. Pero entonces es
cuando recuerdo ese 'anuncio'
que decía: "Come mierda: millones de moscas no pueden estar
equivocadas…".
¿Tiene esto algo que ver con alguna dinámica particular de estos tiempos?
Aquella
chica que succionaba el pene
de Bill Clinton, cómo se llamaba, Monica Lewinsky, ha regresado para
hablar de ello y da
conferencias. ¿ Se podría esperar que
permaneciese callada y desapareciese ? No. Lo
mismo que el ladrón o el mafioso va a televisión a contar lo que ha
hecho. Éste es un fenómeno totalmente
nuevo en la historia de la humanidad: es
importante aparecer en público. Hace no
mucho, en Italia, un marido cornudo compró una página de
publicidad del 'Corriere della Sera', que cuesta un montón de dinero,
para decir que su mujer era una puta. Y la mujer compró a continuación
otra página
para decir que el marido no estaba bien. Esta importancia de mostrarse
ante otra gente
era algo que hasta ahora sólo se veía en algunos asesinos en serie que
querían
llamar la atención de los medios y de la policía. Pero un 'serial
killer' es un loco, y ahora
son las personas comunes las que tienen ‘esta
necesidad’. ¡ Es como compartir una colonoscopia
con el mundo…!
La actitud de muchos intelectuales de hoy es llevarse continuamente las
manos a la cabeza. ¿ Cuál es su técnica
para no caer en lo apocalíptico ?
Escribir libros. Describir los problemas. Y tener la esperanza de que alguien que los
lea piense -por ejemplo-, que va a ser más cauto a la hora de leer un
periódico. El intelectual debe denunciar
los vicios de la sociedad; si se desata
un incendio en un teatro, no puede
sentarse en una silla a recitar poesía: tiene
que llamar a los bomberos, como haría
cualquier otro ciudadano.
Pero sigue habiendo muchos intelectuales que, como Platón, aseguran que
todo iría mejor si se les diese el poder…
Pero esta idea de Platón se demostró
fallida cuando fue a Sicilia. Es por
esto que siempre he preferido a Aristóteles. Porque aconsejaba y se
ocupaba de otras cosas serias, aparte de la política.
¿ Cuál es la clave para, con 83
años encima, seguir manteniendo la pasión
por narrar ?
Siempre
he contado algo. Antes contaba chistes, pero en los últimos años he
parado, porque Berlusconi ya contaba demasiados. Pero desde pequeño
escribía cómics y novelas, que nunca terminaba. Luego contaba cosas a
mis hijos. Y ahora tengo a mis nietos. Pero, hablando
de mis libros, si te fijas bien en mis
libros de filosofía y ensayo, son también narraciones, siempre
cuento cómo he procedido en la
búsqueda. Hay muchas formas de contar. Dar clases a los estudiantes es
una de ellas, porque siempre he pensado que nuestra forma de
conocer no es a través de las definiciones, sino de las historias.
Cuándo un crío pregunta de dónde vienen los
niños no se le da una lección de genética, sino que se habla del polen,
las mariposas, la semilla de papá... Las cosmologías son en realidad
novelas del
origen del mundo. Los historiadores no
hacen sino contar... No nos damos cuenta
de que es la forma principal de ver el mundo. Y nos sirve para entender
cosas como lo que
pasa en Siria e Irak. Porque el fanático no cuenta historias: tiene
una verdad en la cabeza y la
repite…
¿Qué le parecen las entrevistas?
Es
un problema que yo, como autor, me encuentro. Se publica un libro
y, hace
tiempo, uno esperaba las críticas, que podían tardar un par de meses,
porque el crítico tenía que leerse el volumen.
Ahora o se habla el día después o nada.
Y hay que hacer una entrevista, porque si no la das, no hay crítica.
Y la entrevista es un texto que siempre habla
bien del libro, lo cual es una manera de
engañar al lector, porque es obvio que
el autor va a hablar bien de su libro, mientras
que uno espera una argumentación contrastada del crítico. Me ha pasado
lo siguiente: dar una conferencia y, al término de ésta, venirme un
periodista a que le contase lo
mismo que había dicho. ¡ Maldita sea, si estabas ahí ! ¡ Podías
haberme grabado, es tu trabajo ! Pero está esta idea de que la
entrevista es
más noble, más 'scoop'. Y ves un periódico hoy y está
lleno de entrevistas, cuando las únicas
que tienen sentido realmente son aquellas con personas que no las dan,
como por ejemplo los corruptos, los asesinos o gente
así. Una entrevista conmigo es una
pérdida de tiempo… .
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