SI LADRAN LOS PERROS SANCHO, ES QUE ESTAMOS CABALGANDO...
EL ATAQUE A LOS MOLINOS...
Shakespeare, escritor latinoamericano
Por: Roberto Hernández Montoya
Fecha de publicación: 29/05/10
Shakespeare contó la historia de la América Latina en su última obra, La tempestad.
Próspero, duque de Milán, llega a una isla, tal vez en el Caribe, exiliado porque su hermano ha usurpado su ducado. Halla dos seres: Ariel, un exquisito y obediente espíritu, que se somete a Próspero en todo; y Calibán, a quien Próspero el conquistador llama “salvaje y deforme esclavo”, “salvaje”, “vil raza”, “semilla de bruja”, “malicioso”, “aborrecible esclavo”, “cosa obtusa” y otros epítetos igualmente rudos.
Muchos personajes de la obra tienen nombres más usuales en español que en inglés y en italiano: Adrián, Alonso, Antonio, Gonzalo, Miranda, Próspero, Sebastián...
Calibán parece una transliteración o metátesis de caníbal, palabra que se piensa surge de la idea de que Colón creía que había llegado a tierras del Gran Kan de la China. El Oxford English Dictionary dice, traduzco: “Caníbal [...] [en el siglo XVI el plural Canibales, originalmente una de las formas del nombre étnico Carib o Caribes, una fiera nación de las Indias Occidentales, que se han registrado como antropófagos, y para quienes el nombre fue subsiguientemente extendido como un término descriptivo”.
Colón llevaba credenciales diplomáticas dirigidas al Gran Kan. Esta etimología de caníbal es falsa, claro, pero políticamente significativa. De acuerdo con la evidencia lingüística, la palabra inglesa cannibal y la española caníbal vienen del taíno caribe y no del Kan chino.
Próspero enseñó a hablar a Calibán, quien responde: “Me enseñaste el lenguaje y lo aprovecho para saber maldecir. ¡La peste roja caiga sobre ti por enseñarme tu lengua!”.
Ariel, en cambio, es un “espíritu aéreo”, a quien Próspero llama “mi bravo espíritu”, “fina aparición. Mi sugerente Ariel”, “mi industrioso sirviente”, “delicado”. Ariel es un espíritu etéreo, elegante, feliz, bello y obediente, mientras Calibán es terráqueo, carnal, tortuoso, feo, lascivo y rebelde.
Parte de esta parábola consiente, pues, esta lectura: Ariel es el dócil súbdito del conquistador, mientras Calibán es el insumiso. Ariel promete a los no europeos la misma suerte de ellos, a condición de que se les rinda reverente y disciplinado. La actitud latinoamericana inspirada por Ariel ha traspasado varias ideologías: el cristianismo en sus varios sabores, el Iluminismo, el positivismo, el neoliberalismo, el Pensamiento Único y el Fin de la Historia.
Ambos están revueltos en cada latinoamericano, pero predominan neuróticamente sea Ariel, sea Calibán. Los dos están equivocados: Ariel porque cree que lo van a aceptar si se arrastra, sin percatarse, como los pitiyanquis, de que para el conquistador siempre seremos sudacas, espaldas mojadas, malolientes, Calibanes incapaces de civilizarse según la ley inmigratoria anglosajona y racista de Arizona. Y también se equivoca Calibán porque la malcriadez resentida, apocalíptica y maltrecha solo legitima la colonización.
Es mejor la ruta que hemos elegido hoy en la América Latina: la de la emancipación gallarda, erguida y ecuménica.
De esto hablo en Latin America: An Impractical Handbook, en analitica.com/bitblioteca/roberto/handbook.asp#cannibal
Y es uno de los temas que evocó, como Rodó, como Fernández Retamar, el Nóbel de Literatura Derek Walcott en el Celarg el miércoles pasado.
roberto.hernandez.montoya@gmail.com
Por: Roberto Hernández Montoya
Fecha de publicación: 29/05/10
Shakespeare contó la historia de la América Latina en su última obra, La tempestad.
Próspero, duque de Milán, llega a una isla, tal vez en el Caribe, exiliado porque su hermano ha usurpado su ducado. Halla dos seres: Ariel, un exquisito y obediente espíritu, que se somete a Próspero en todo; y Calibán, a quien Próspero el conquistador llama “salvaje y deforme esclavo”, “salvaje”, “vil raza”, “semilla de bruja”, “malicioso”, “aborrecible esclavo”, “cosa obtusa” y otros epítetos igualmente rudos.
Muchos personajes de la obra tienen nombres más usuales en español que en inglés y en italiano: Adrián, Alonso, Antonio, Gonzalo, Miranda, Próspero, Sebastián...
Calibán parece una transliteración o metátesis de caníbal, palabra que se piensa surge de la idea de que Colón creía que había llegado a tierras del Gran Kan de la China. El Oxford English Dictionary dice, traduzco: “Caníbal [...] [en el siglo XVI el plural Canibales, originalmente una de las formas del nombre étnico Carib o Caribes, una fiera nación de las Indias Occidentales, que se han registrado como antropófagos, y para quienes el nombre fue subsiguientemente extendido como un término descriptivo”.
Colón llevaba credenciales diplomáticas dirigidas al Gran Kan. Esta etimología de caníbal es falsa, claro, pero políticamente significativa. De acuerdo con la evidencia lingüística, la palabra inglesa cannibal y la española caníbal vienen del taíno caribe y no del Kan chino.
Próspero enseñó a hablar a Calibán, quien responde: “Me enseñaste el lenguaje y lo aprovecho para saber maldecir. ¡La peste roja caiga sobre ti por enseñarme tu lengua!”.
Ariel, en cambio, es un “espíritu aéreo”, a quien Próspero llama “mi bravo espíritu”, “fina aparición. Mi sugerente Ariel”, “mi industrioso sirviente”, “delicado”. Ariel es un espíritu etéreo, elegante, feliz, bello y obediente, mientras Calibán es terráqueo, carnal, tortuoso, feo, lascivo y rebelde.
Parte de esta parábola consiente, pues, esta lectura: Ariel es el dócil súbdito del conquistador, mientras Calibán es el insumiso. Ariel promete a los no europeos la misma suerte de ellos, a condición de que se les rinda reverente y disciplinado. La actitud latinoamericana inspirada por Ariel ha traspasado varias ideologías: el cristianismo en sus varios sabores, el Iluminismo, el positivismo, el neoliberalismo, el Pensamiento Único y el Fin de la Historia.
Ambos están revueltos en cada latinoamericano, pero predominan neuróticamente sea Ariel, sea Calibán. Los dos están equivocados: Ariel porque cree que lo van a aceptar si se arrastra, sin percatarse, como los pitiyanquis, de que para el conquistador siempre seremos sudacas, espaldas mojadas, malolientes, Calibanes incapaces de civilizarse según la ley inmigratoria anglosajona y racista de Arizona. Y también se equivoca Calibán porque la malcriadez resentida, apocalíptica y maltrecha solo legitima la colonización.
Es mejor la ruta que hemos elegido hoy en la América Latina: la de la emancipación gallarda, erguida y ecuménica.
De esto hablo en Latin America: An Impractical Handbook, en analitica.com/bitblioteca/roberto/handbook.asp#cannibal
Y es uno de los temas que evocó, como Rodó, como Fernández Retamar, el Nóbel de Literatura Derek Walcott en el Celarg el miércoles pasado.
roberto.hernandez.montoya@gmail.com
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