viernes, 15 de abril de 2011

La otra cara de la “libertad de prensa” en Estados Unidos. El temor impide debatir aspectos oscuros del 11/9

MARTES 5 DE OCTUBRE DE 2010

Proyecto Censurado 2011 # 14: La otra cara de la “libertad de prensa” en Estados Unidos. El temor impide debatir aspectos oscuros del 11/9

Shawn Hamilton (EXAMINER), Daniel Tencer (RAW STORY) y Sue Reid (DAILY MAIL). Traducción: Ernesto Carmona (especial para ARGENPRESS.info)

Numerosos problemas dignos de discusión pública todavía infectan la versión gubernamental estadounidense sobre los acontecimientos del 11 de septiembre de 2001. El poder político, junto con las élites de los grandes medios, quisieran ver desaparecer las discrepancias y preguntas sin contestar de los ya cercados debates autónomos todavía activos respecto lo ocurrido el 11/9, a pesar de montañas de evidencias indicadoras de que a los ciudadanos norteamericanos se les dijo una pequeña parte de la verdad sobre el ataque más grande contra su patria en un solo día en toda la historia. Casi diez 10 después de los hechos, todavía existen muchas preguntas sin contestar, entre otras: ¿cómo cayó el edificio Nº 7?, ¿qué causó la destrucción de las torres gemelas?, ¿dónde está Osama Bin Laden? y ¿son realmente peligrosos “teóricos de la conspiración” quienes cuestionan la historia oficial del 11/9?
Académicos e intelectuales que intentaron responder a estas preguntas fueron ignorados o ridiculizados por los grandes medios corporativos (e incluso progresistas de izquierda), gurúes políticos y funcionarios del gobierno que claramente se proponen silenciar el llamado “Movimiento por la Verdad del 11/9” o a cualquier persona que dude de la postura oficialmente proclamada por el gobierno sobre este asunto. Sin embargo, las preguntas no dejarán de aparecer y cada vez se pedirán más respuestas.

Desde la primavera 2010 [del hemisferio norte], más de 1.200 arquitectos e ingenieros están pidiendo una nueva investigación sobre lo ocurrido el 11/9. Estos académicos y constructores profesionales de edificios están motivados por el hecho de que han resultado probadamente erróneas múltiples explicaciones del Informe de la Comisión 11/9, las aclaraciones científicas fueron defectuosas y contradictorias y la gente estadounidense merece una explicación basada en hechos.

Al mismo tiempo, se han encontrado nuevas evidencias de explosivos que pudieron ser utilizados en una demolición controlada en trazas de polvo de las torres del World Trade Center y del Edificio Nº 7. Después de un cuidadoso examen de la versión oficial sobre el 11/9 (donde la Comisión incluso nunca mencionó al Edificio 7), junto con datos forenses omitidos en los informes oficiales, estos profesionales concluyeron que se requiere una nueva investigación independiente y transparente ante estos grandiosos y misteriosos colapsos estructurales.

Richard Gage, un arquitecto de San Francisco y fundador de Arquitectos & Ingenieros por la Verdad del 11/9, dijo: “Los informes oficiales de la Agencia Federal de Gestión de Emergencias (FEMA, por su sigla en inglés) y del Instituto Nacional de Estándares y Tecnologías (NIST, sigla en inglés) proporcionan explicaciones insuficientes y fraudulentas de las circunstancias de la destrucción de las torres”. Gage, junto con otros arquitectos e ingenieros, atacaron el primer informe del NIST porque ese organismo cambió ligeramente sus conclusiones diseccionadas por nuevas evidencias y en 2008 emitió un nuevo reporte. En los 30 días posteriores al lanzamiento del informe 2008, el NIST abordó algunos cuestionamientos públicos del informe. El grupo de Gage envió una carta que describió múltiples inconsistencias y omisiones del informe 2008. Sin embargo, el reporte final de 2008 no se refirió a casi ninguna de esas inquietudes planteadas. El método científico no estuvo presente en ese estudio.

Las acciones de Gage y de Arquitectos & Ingenieros empujaron al NIST a reconocer que el rascacielos metálico de 47 pisos llamado Edificio Nº 7 del World Trade Center –que se desplomó 7 horas después del ataque a las Torres Gemelas–, no fue golpeado por un avión y se desmoronó con una aceleración de caída libre superior a 30 metros por segundo. El NIST no proporcionó explicación de cómo o por qué se desmoronó a la velocidad de caída libre, pero continuó indicando que la observación de los materiales hallados en el Punto Cero, y “temáticos” para la teoría de la demolición, “no habría sido necesariamente concluyente”. A pesar de su propia afirmación de que las pruebas de la demolición son poco concluyentes, en el NIST decidieron no testearlas o no considerarlas en absoluto, como si esto no pudiera suceder (para más detalles, véase el capítulo 7 de Censored 2011). Una vez más las agencias gubernamentales eludieron completamente el método científico.

En otros temas relacionados con el 11/9 sigue manteniéndose vivo el misterio respecto al paradero del sindicado autor Osama Bin Laden. Aunque éste no asumió el crédito del incidente (de hecho, demandó lo contrario; tampoco el FBI lo tiene como sospechoso en esos crímenes por falta de pruebas), funcionarios gubernamentales de ambos partidos [republicanos y demócratas] se refieren regularmente a Bin Laden como responsable de los ataques del 11/ 9 (véase la historia número 16 en Censored 2008).

Además, el Dr. David Ray Griffin, ex profesor de la Escuela de Teología de Claremont, California, y autor de numerosos libros sobre las incógnitas del 11/9, sugiere que Osama Bin Laden pudo haber muerto hace casi nueve años, exactamente el 13 de diciembre de 2001, a causa de insuficiencia renal o una enfermedad del riñón. Existen fichas de tratamientos médicos proporcionados a Bin Laden en un hospital norteamericano de Dubai por una infección urinaria, ligada a menudo a enfermedades del riñón, y también documentación sobre un pedido de una máquina portátil de diálisis, esencial para su supervivencia, que fue despachada a Afganistán. Griffin, junto con los médicos que cita, dice que sería imposible que Bin Laden sobreviviera en una cueva con esa máquina durante cualquier periodo sustancial de tiempo. Griffin observó que EEUU y el gobierno británico están en conocimiento de la muerte de Bin Laden, pero la han ocultado para continuar la guerra antiterrorista (véase el libro de Griffin sobre el tema, Osama Bin Laden: Dead of Alive? [Osama Bin Laden: ¿Muerto de vivo?]).
En otra tensión referente al 11/ 9, y en pleno desarrollo en el frente interno, el profesor de derecho de Harvard Cass Sunstein, nombrado por el presidente Obama al frente de la Oficina de Información y Asuntos Regulatorios de la Casa Blanca (OIRA, por su sigla en inglés), propuso que el gobierno de EEUU debe infiltrar y desacreditar los grupos de activistas. 

El llamado de Sunstein para desacreditar grupos incluye a quienes desafían la visión oficial de los ataques del 11/9, llamados “Verdaderistas 11/9” (Truthers 9/11). Sunstein incluso reconoce que en el pasado el gobierno de EEUU ha estado implicado en conspiraciones, no obstante cree confiadamente que esto no es más un problema (para abundar sobre este tema, véase la sección Emergencia por la Verdad en Censored 2011, incluyendo el capítulo 6). Sunstein asegura que esos grupos que cuestionan la versión oficial sobre los acontecimientos del 11 de septiembre son peligrosos y podrían conducir a alguna gente a la violencia, pero no presenta ninguna prueba concreta para corroborar su afirmación).

Sunstein asegura que no resulta productivo refutar a estos grupos en público y, en cambio, sugiere que es más eficaz infiltrarlos y desacreditar premeditadamente sus fuentes internas. Esencialmente, Sunstein está pidiendo un regreso del COINTELPRO (Counter Intelligence Program o Programa de Contrainteligencia del FBI, 1956-1971), de los días de la guerra fría, en que agentes encubiertos del gobierno de EEUU infiltraban secretamente los grupos anti-guerra y de derechos civiles para intentar destruirlos desde adentro y desacreditar su actividad, provocando violencia o planeando ellos mismos actos ilegales que condujeran a formalizar cargos criminales contra esos grupos.
El llamado de Sunstein a infiltrar grupos privados de ciudadanos concierne fundamentalmente a muchos activistas 11/9 y es preocupante que puedan ser objeto de infiltración destinada a fraguarles acusaciones de terrorismo, o justificar cargos criminales, y así impedir que puedan conseguir una audiencia pública justa. (Véase la historia número 6 en Censored 2009 y la historia 20 en 2008).
Tal clima de miedo e intimidación no es un buen presagio para los derechos de la Primera Enmienda, ni para la libertad de cátedra en EEUU, menos aún para la posibilidad de descubrir la verdad sobre qué sucedió realmente el 11 de septiembre.

Actualización de Shawn Hamilton (Examiner.com):

Más de 1.000 arquitectos e ingenieros han firmado la petición para reinvestigar la destrucción 11-9. Cuando fui a San Francisco a cubrir la rueda de prensa de “Architectural & Engineers 911Truth” (AE911, Arquitectos e Ingenieros por la Verdad 11/9), no se lo informé al medio de noticias con el que frecuentemente más colaboro: Tenía miedo que me dijeran que no relatara la historia. Esto no puede sorprender a ninguna persona consciente del silencio ensordecedor de los principales medios respecto a los problemas 11-9, pero éste no era un órgano de los grandes medios: era una estación de radio alternativa fundada en los principios que animan la cobertura de historias no reporteadas. Para ser justo, ningún director de noticias me dijo que no podría cubrir la historia, y la historia salió ese fin de semana. El punto es que me sentí forzado a poner un velo por la atmósfera predominante de sospecha y miedo que generalmente subyace cuando los medios reciben tópicos del 11/9, incluyendo a esta estación “progresista”, donde dividen agudamente a la gente sobre este tema. Excepto para el asesinato de Kennedy, nunca he visto tal peculiaridad general subyacente en los medios ante la cobertura de un asunto conflictivo. La gente de los años 70 se mofaba de los pocos que sugirieron que Oswald no había actuado solo, calificándolos de “nueces conspirativas” (conspiracy nuts), tal como ahora etiquetan a los activistas 11/9 de “verdaderistas” (truthers), que suena como flat earthers (literalmente, “terrestres planos”). Algunos de estos activistas han acogido la etiqueta de “truther”, pero sugiero que se refrenen. El término no significa un cumplido.
Le pregunté al teólogo David Ray Griffin –quien habló en la conferencia– ¿por qué piensa que los medios han actuado tan estrambóticamente frente a los problemas 11-9? Griffin precisó cómo las expresiones “teoría de la conspiración” y “teórico de la conspiración” se manipulan para hacer que los reporteros teman perder su reputación y trabajo. “Usted sabe cómo trabajar. Todos en los medios conocen cómo trabaja”, dijo. “Nadie tiene que ser amenazado explícitamente; ellos justamente conocen las reglas”.

La conferencia de prensa de AE911Truth fue un acontecimiento de interés general, independientemente de que sea verdad cualquiera de las cosas que demanda el grupo. Es una historia válida porque muchos ciudadanos están cuestionando las explicaciones oficiales de la tragedia del 11 de septiembre de 2001. Esa importancia aumenta por el hecho que más de mil arquitectos e ingenieros autorizados estén exigiendo una nueva investigación. Incluso, si lo que dicen es en parte verdad, las implicaciones son profundas, pero de cualquier manera hay una legítima historia periodística. No espero que las agencias de noticias acojan las audiencias de grupos como AE911Truth; ése no es su rol apropiado. Espero que no corran a cubrir cuando oyen esas dos palabras inquietantes: “Once-Nueve” (Nine-Eleven). La democracia no es servida por periodistas que temen cubrir historias sensibles.

A partir del verano 2010 [del hemisferio norte], AE911Truth (http://cms.ae911truth.org/index.php/home.html) ha conseguido que más de 1.200 profesionales de la construcción firmen su petición al Congreso demandando una investigación verdaderamente independiente, y otro nuevo grupo recién formado, denominado “Bomberos por la Verdad 11-9” (http://firefightersfor911truth.org/), desafía informes oficiales y conceptos públicos equivocados sobre qué ocurrió el 11 de septiembre. Otro grupo llamado “New York City Coalition for Accountability Now”, NYC CAN (“Coalición de la Ciudad de Nueva York para la Responsabilidad Ahora”, http://www.nyccan.org/, intenta convencer al Concejo de la Ciudad de Nueva York para que se investiguen las circunstancias anómalas que rodean el hundimiento del Edificio Nº 7 del World Trade Center (http://cms.ae911truth.org/index.php/news/41-articles/286-nyccan-ae911truth-ask-ny-city-council.html). Todos los vínculos que he mencionado conducen a algunos de los sitios web más creíbles sobre el 11-9. La página de AE911Truth es un buen lugar para comenzar: http://www.ae911truth.org/links.php. Para seguir temas relacionados también: http://www.examiner.com/x-36199-Conspiracy-Examiner). Mi dirección electrónica es: lesseroftwoevils@rocketmail.com.

Actualización de Daniel Tencer (Raw Story):

En mayo de 2010, la revista del New York Times (NYT) desarrolló un perfil completo de Cass Sunstein, el primero que se encontrará en los grandes medios principales desde que el profesor de derecho asumió el control como jefe de la Oficina de Información y Asuntos Regulatorios (OIRA) de la Casa Blanca. El título del artículo –“Cass Sunstein quiere darnos un pequeño codazo”– es una subestimación, dada las opiniones que Sunstein ha expresado a través de años, pero por lo menos dirige la atención en la dirección correcta: Y es que mucha escritura académica de Sunstein se ha centrado en el control social y el control gubernamental de la información.

No es sorprendente que el artículo tratara a Sunstein con guantes de niño y haya glosado extensamente los elementos más polémicos de sus ideas. Se refirió a él como uno de los principales autores del concepto “paternalismo libertario”, un floreciente nuevo campo de estudio que mezcla psicología del comportamiento con economía de libre mercado y postula que a la gente se le puede “dar un pequeño codazo” para que adopte decisiones correctas. Es decir, aquellas opciones deseadas por el gobierno, no por leyes ni regulaciones, sino eligiendo tomar la decisión “correcta”, lo que parece psicológicamente más atractivo.

Escribiendo en el Huffington Post, Russ Baker criticó al NYT por “enterrar” las aserciones más polémicas de Sunstein en 35 párrafos de la historia, donde finalmente nos dicen que él abogó por la “infiltración cognoscitiva” de los grupos de teoría de la conspiración. NYT cita entonces a Sunstein, sugiriendo que, como funcionario del gobierno, él no ejecutaría los aspectos más radicales o más experimentales de sus ideas académicas. Pero –como señala Baker–, ese comentario fue hecho a fines de 2009, antes que saliera a luz en los medios el documento de Sunstein sobre teorías de la conspiración. Que en el NYT parezca que Sunstein retrocede en sus ideas más polémicas, actualmente no es ninguna gran cosa.

Comprender a Cass Sunstein y su efecto sobre el gobierno y la sociedad es un hecho difícil por dos razones. La primera es que él es una quimera política que tiene partidarios y detractores en ambos lados del espectro político [republicanos y demócratas]. Entre críticos conservadores, los populistas han salido contra él, mientras los intelectuales parecen haber lanzado su peso detrás suyo. Incluso Glenn Beck [comentarista conservador de radio y TV] declaró que Sunstein es “más potente que la FED” [la Reserva Federal] y deseoso de “controlar cada movimiento suyo”, en tanto el columnista George F. Hill dijo que sus ideas tenderían a mejorar un gobierno pequeño y “tendrían la virtud adicional de fastidiar a esos molestosos entrometidos, liberales niñeras de estado”. En el Reino Unido, los trabajos de Sunstein son “lectura obligatoria para las aspiraciones de MPs [miembros del parlamento] conservadores”, reportó el Daily Telegraph.

El segundo elemento que dificulta entender a Sunstein es que su posición dentro del gobierno se ocupa sobre todo de negociar primariamente problemas ríspidos, burocráticos, que no pueden capturar la imaginación de cualquiera prensa principal o de los medios alternativos. Como jefe de la OIRA, Sunstein es responsable de revisar todas las nuevas disposiciones gubernamentales. Con todo, hasta el momento sus decisiones –aquellas que conocemos– han estado en una pequeña escala y en gran parte técnica, por ejemplo su llamada para aerodinamizar los procesos de nombramientos y escribir regulaciones de manera que los ciudadanos tengan mejor acceso a ellas.

Sunstein, sin embargo, recientemente concitó el enojo de los ecologistas cuando bloqueó una nueva regulación de EPA [sigla en inglés de la Agencia de Protección del Ambiente] que declararía la ceniza de carbón como peligroso agente carcinógeno. Los ecologistas lo acusaron de blindar a la industria hullera, que no quiere considerar el aumento de costos de la disposición sobre cenizas de carbón bajo nuevas reglas.

¿Hacía dónde se dirige Sunstein? ¿Es probable que intente el tipo de programas de control de la información por los que abogó en el pasado? Incluso si lo hace, es probable que los grandes medios principales apoyen por lo menos algunos de sus esfuerzos para empujar el debate político hacia un centro “aceptable”. La revista New Yorker, revisando en 2009 su libro On Rumors [Sobre Rumores], dijo que Sunstein se da el crédito de predecir las circunstancias que llevarían la subida de rumores a Internet, tales como la afirmación birther [orientación racista] de que el presidente Obama no nació en EEUU y “el alegato del panel de la muerte” contra la reforma de la atención sanitaria. Entonces, lo levantan como el héroe que lucha contra estas tendencias. Dado el precedente existente, es factible que cualquier tentativa de Sunstein por moldear el contenido de la información pública probablemente encuentre una respuesta positiva en los grandes medios de la vieja guardia.

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