martes, 17 de mayo de 2011

Strauss-Kahn: ¿víctima o victimario? Guerra Mediática...



Si en Francia,  Strauss-Kahn se había convertido en un problema para Sarkozy,  no menos conflictivo había pasado a ser éste  para Wall Street y la Casa Blanca, cuando anunció a inicios de abril la defunción del Consenso de Washington en la capital estadounidense.            
                                                                                                                 Por Manuel E. Yépe

El sábado 14 de mayo fue arrestado en el aeropuerto John F. Kennedy de Nueva York,  el Director General del Fondo Monetario Internacional (FMI),  Dominique Strauss-Kahn,  acusado por una camarera del Hotel Sofitel de Manhattan,  donde se alojó algunos días,  de agresión sexual, retención ilegal e intento de violación.

El arresto tuvo lugar un día después de que personas cercanas a Strauss-Khan,  un político socialista francés de 62 años,  dijeran a la prensa que éste era víctima de una campaña de desprestigio por parte del entorno del presidente francés,  Nicolas Sarkozy,  a quien le preocupaba su popularidad en las encuestas,  lo que lo convertía en uno de los favoritos para las elecciones presidenciales de 2012.

Pero si en Francia  Strauss-Kahn  se había convertido en un problema para Sarkozy,  no menos conflictivo había pasado a ser éste  para Wall Street y la Casa Blanca,  cuando anunció a inicios de Abril,  en la universidad George Washington  de la capital federal estadounidense (D.C.),  la defunción del Consenso de Washington.

El Consenso de Washington es un recetario de políticas económicas neoliberales, elaborado por un complejo de entidades y personalidades estadounidenses como modelo a ser asumido por los países de América Latina para impulsar su crecimiento. Forman parte de ese colectivo político-económico y académico,  el Fondo Monetario Internacional (FMI),  el Banco Mundial (BM),  el Congreso de los EEUU,  la Reserva Federal Estadounidense, los “tanques pensantes” (Think Tanks) y los más altos dirigentes del gobierno norteamericano.

El borrador fue redactado por el economista inglés  John Williamson  para una conferencia organizada en 1989  por el Institute for International Economics,  con el título  “Lo que Washington entiende por una política de reformas” (What Washington Means by Policy Reform), y,  en el que se sintetizaban los criterios de los economistas estadounidenses acerca de los objetivos que deben fijarse los países latinoamericanos para su desarrollo,  de manera que se articulen con los intereses estratégicos de Estados Unidos,  partiendo del criterio de que  “lo que es bueno para Washington  es bueno para el resto del mundo   viceversa”.

El Consenso fue “enriquecido” en dos ocasiones posteriores a su aprobación inicial,  dando lugar a los Consensos de Washington  II   III.  Paulatinamente se convirtió en el Proyecto Neoliberal que Estados Unidos ha pretendido imponer a escala global,  con los desastrosos resultados que lo sitúan como responsable de las recientes severas crisis en países de América Latina y Europa.

Estados Unidos y los demás países del primer mundo han impuesto bilateralmente las políticas del Consenso de Washington sobre las economías de las naciones subdesarrolladas pero  -sobre todo-, se han servido para ello de organizaciones supraestatales como el BM y el FMI.

Durante décadas, el FMI enarboló las banderas del Consenso de Washington promoviendo privatizaciones, reducción del papel de los gobiernos en la economía, disciplina fiscal sin déficit, reformas impositivas, liberalización de la entrada de inversiones extranjeras directas, reordenamiento de las prioridades del gasto público, auge de los mercados financieros, liberalización del comercio exterior, desregulación para suscitar competencia, liberalización de las tasas de interés, promulgación de tasas de cambio competitivas y el reconocimiento de derechos de propiedad. También impuso los célebres programas de ajuste estructural (PAE),  llamados a “apretar el cinturón” a los pueblos de los países endeudados para que sus gobiernos puedan pagar sus débitos a las naciones desarrolladas.

El Consenso de Washington ha servido para abrir el mercado laboral de bajos ingresos de los países subdesarrollados, a la explotación por parte de compañías del primer mundo, en detrimento de los intereses de la clase obrera en las naciones industrializadas.

Pero todo esto se derrumbó con la crisis financiera global. Ya el Consenso de Washington es historia", reconoció Strauss-Kahn, quien llamó a que el Estado ejerza mayor papel en la economía y controle los excesos del mercado. “El Consenso debe ser superado por una nueva política económica con acento en la cohesión social y el multilateralismo”, señaló.

La expansión económica que el Consenso de Washington prometía a Latinoamérica no se ha traducido en un desarrollo significativo sino en severas crisis económicas, incremento de la deuda externa y más subdesarrollo.
Es necesario un impuesto sobre las actividades financieras para forzar a ese sector a asumir parte de los costes sociales de su actividad inherentemente arriesgada”, dijo Strauss-Kahn.

No me malinterpreten: los viejos patrones de la globalización dieron muchas cosas buenas (…) pero la globalización tiene su lado oscuro: el crecimiento de la brecha entre ricos y pobres. Mientras que la globalización en el comercio se asocia a la reducción de las desigualdades, en las finanzas la globalización las incrementa…
…Necesitamos una globalización con rostro más humano porque las desigualdades pudieran ser causas silenciosas de las crisis”.

Haber declarado la muerte del Consenso de Washington sin un debido consentimiento de Wall Street y de la Casa Blanca, pudo haber sido la causa de que  Strauss-Kahn  haya sido colocado en un banquillo de acusado, parecido al de  Julian Assange,  fundador de Wikileaks.

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