Elecciones en Venezuela:
Y a usted, ¿ quién le ha engañado ?
Usted, amable lector y lectora, tiene seguro una opinión construida sobre las elecciones venezolanas. Incluso cuando quiere ser amable con los procesos de América Latina, se le hace ‘cuesta arriba’ asumir el resultado electoral que da ganador a Nicolás Maduro. El 100 % de los medios escritos, las radios, las televisiones han sembrado en toda la gente de bien -cuando menos-, dudas. Ni una voz disidente. Tertulianos, columnistas, blogueros, presentadores de televisión y hasta el Gran Wyoming, tienen claro el veredicto: el chavismo es culpable.
Hoy, el diario ABC, en su edición de Andalucía, dispara contra el gobierno del PSOE y de Izquierda Unida con un titular en portada: “La Junta alimentará a escolares con un plan copiado de Venezuela”. El diario ABC, en esta ocasión desde Madrid, cuelga en su página web un artículo de su corresponsal en Caracas, Ludmila Vinogradoff. Una foto acompaña la crónica: la policía de Caracas apaleando y arrastrando a una mujer, casi desnuda y desesperada. ¿Quién honesto no puede solidarizarse? Desde Miami, Andrés Oppenheimer, el más influyente periodista del establishment, escribe en ‘El Nuevo Herald’ un artículo (el último hasta la fecha sobre su ‘bestia negra’, Venezuela) para cerrar cualquier duda. Lo titula, para que no quede género de dudas en la gente honrada: “Las preguntas que Maduro no contesta”. Y ahí nos instruye con contundencia (entre otras preguntas similares): “¿por qué no acepta el recuento de votos pedido por su rival, tal como había prometido hacerlo en su discurso de victoria de la noche de las elecciones?(…) Por qué el CNE organizó una ceremonia relámpago de proclamación para instalar a Maduro en la presidencia el lunes, el día después de las elecciones, en vez de esperar varios días como estaba originalmente planeado? (…) Si el proceso electoral fue justo, ¿por qué Maduro no permitió que los observadores internacionales electorales de la Unión Europea y de la OEA no pudieran monitorear el proceso electoral, incluyendo el acceso igualitario al tiempo televisivo? (…) ¿Por qué Maduro sólo autorizó a “acompañantes” electorales de organizaciones amigas, que llegaron poco antes de la votación? (…) Los documentos de Capriles, de más de 3.200 casos de violaciones electorales en el día de la votación -incluyendo fotos de gente hablándole al oído a los votantes mientras estos emitían su voto- son fraguados; ¿Por qué el gobierno no aceptó al menos una investigación de estos casos por observadores internacionales aceptados por ambas partes?”. Para cerrar la ópera, el candidato Capriles comparece en rueda de prensa pública (donde no se permite el acceso a ningún medio público venezolano y tampoco a TeleSur. Repito: donde no se admite a ningún medio público venezolano, tampoco a TeleSur, y no se admiten preguntas sino de medios amigos), y presenta su cuaderno de quejas y una vez más, grita con convencimiento: ¡Queremos que se recuenten los votos! ¿Qué persona honrada, comprometida con la democracia, no escucharía esta queja?
El diario ABC quitó, unas horas después, y tras armarse un zafarrancho en las redes, la foto que acompañaba la crónica de su corresponsal Ludmila Vinogradoff (por cierto, Ludmila Vinogradoff fue corresponsal del diario ‘El País’ en Venezuela, durante el golpe de 2002. Fue despedida por brindar información falsa y por tomar partido por los golpistas, manipulando a los lectores españoles. (Hoy está apadrinada por el Director de Opinión del ABC, de infausto apellido Maura). La razón por la que la terrible foto de la policía chavista golpeando a una mujer indefensa fue retirada, es porque la foto era de Egipto. Un pequeño detalle.
En su edición de ABC, el diario amenaza con ‘la que le va a caer a los andaluces’: “el gobierno de José Antonio Griñán, y, particularmente, su socio, Izquierda Unida, ha pasado en pocas semanas de proclamar su admiración por el legado social de Hugo Chávez, a importar algunas de las medidas más populistas del difunto comandante”, “Otra medida populista”, “copia a Chávez un plan” (el gobierno pone en marcha una medida), “emulando las ‘casas de alimentación’ bolivarianas. La medida en concreto es ‘terrible’: que todos los niños de Andalucía hagan al menos tres comidas al día (desayuno, almuerzo y merienda), debido a que “seis de cada cien niños de la comunidad están en situación de pobreza extrema”. Que los niños coman tres veces al día (!). Maldito Chávez que contamina nuestra democracia. Si la medida, como quiere I.U., se extiende a ancianos y jubilados, ¿ a dónde vamos a parar ? …
Durante la IV República (ese tiempo que va de 1959 a 1989, regido por la Constitución de 1961), se dio un ‘turnismo’ que recuerda mucho al que protagonizaron liberales y conservadores, Sagasta y Cánovas, en el XIX español. La propia ciencia política venezolana ha incorporado conceptos del decir popular que tienen que ver con esas artimañas que vulneraban el resultado popular, y siempre -siempre- daban la victoria al partido pactado entre las dos grandes formaciones políticas -la socialdemócrata Acción Democrática y la democristiana COPEI-. “Acta mata voto”, donde las actas manuales finales, controladas por los grandes partidos, invalidaba cualquier contabilidad de los votos, la “operación morrocoy -tortuga-”, que consistía en frenar o invalidar la votación siendo los primeros en la cola en aquellas mesas donde siempre ganaban los partidos de la izquierda o el cierre de los accesos a las urnas de los sectores populares.
La Constitución bolivariana de 1999 establece la exigencia del derecho “a la justicia social y a la igualdad sin discriminación ni subordinación alguna”, así como el derecho al “voto libre”. La ley electoral, luego va a desarrollar el voto electrónico donde cada elector, tras identificarse electrónicamente -para evitar duplicaciones en el voto, o el voto de personas fallecidas, una constante en la IV República-, y después de elegir a su candidato en un ordenador, el elector obtiene una papeleta donde aparece impreso el voto elegido. Una vez verificado que el voto elegido coincide con el de la papeleta, el propio elector deposita esa papeleta en una urna. El ordenador manda al Consejo Nacional Electoral el voto de manera electrónica. Y, por ley, el 54 % de las urnas se audita, comprobándose que coinciden las papeletas en la urna con lo que ha mandado el ordenador. El 100 % de los resultados auditados era correcto. El 100 % de la observación electoral internacional (donde había incluso diputados del PP) estableció que las elecciones habían sido limpias y transparentes.
Capriles no quiso aceptar el resultado. Acostumbrado a revolcones de 11 puntos para arriba, el 1.8 %, 273.000 votos, le parecieron pocos y decidió desconocer el resultado. Por ese porcentaje -y menos- ganó Bush a Gore, Kennedy a Nixon, Aznar a González, Calderón a López Obrador o Caldera a Barrios. Pero la derecha parece tener derecho a decidir cuál es el porcentaje que aceptan. Pero la denuncia fue en los medios de comunicación. Tres días incendiando la calle, pero solamente a través de los medios y sin presentar la denuncia correspondiente en los organismos judiciales o electorales correspondientes. ¿Cómo iban a actuar los jueces o el CNE, si no existía denuncia formal? Pero Capriles no la presentaba porque le interesaba que la calle ardiera.
Capriles, en rueda de prensa, dice que hay más de 3.000 irregularidades. Escoge las que cree más evidentes. Una es su ‘estrella’. La del Municipio ‘Cuica’. Dice en la televisión Capriles, que ahí están las pruebas… Y Oppenheimer las airea: ‘como consta en acta, han votado 700 electores, pero sólo hay inscritos 500. Conclusión: ha habido fraude’. “Y así en 3000 casos”, dice Capriles. Pero ha mentido. Ha mostrado la Mesa 2 de Cuica, con 500 electores. Falta la Mesa 1, donde hay registrados otros 500. En total, 1000 electores potenciales, y 700 que ejercieron el voto. Ese es el ‘gran fraude’ aireado por Capriles y por el que mandó a pelear en la calle la noche del 14 de abril. Resultado: 8 chavistas muertos.
En esa vorágine, el diario opositor Nuevo País (en contra del gobierno, como el 90 % de los medios en Venezuela) saca en portada una foto de cuerpos de seguridad quemando material electoral. Los votantes de la oposición se soliviantan. Un pequeño detalle: la foto era de 2010 y el material que se estaba quemando correspondía a elecciones anteriores (¿o se almacenan los resguardos?). Capriles y sus seguidores hicieron creer a los suyos -y, de paso, a los lectores occidentales- que el Gobierno de Maduro estaba quemando material electoral con intenciones fraudulentas. ¿ Seguimos ?
Fue presentar la petición de auditoría y en menos de 24 horas, el CNE accedió a la auditoría. No a un simple conteo manual, que podía dar lugar a manipulaciones y a la deslegitimación del CNE buscada por la oposición. La aceptación de Maduro de contar los votos significaba precisamente eso: auditar el 100 % de las mesas con el mecanismo recogido en la ley electoral y en un sistema que, al decir del Centro Carter, es “el más fiable del mundo”. El resultado es evidente y, como han demostrado algunas grabaciones, la oposición sabía desde un principio que había perdido. Sólo quería ganar tiempo y hacer ruido.
La irresponsabilidad de Capriles, azuzada por otros miembros de la Mesa de la Unidad -compuesta por 27 partidos que van de un nominal marxismo a la extrema derecha, unidos tan solo por su voluntad de sacar del poder al chavismo y colocarse ellos-, se zanjó con ocho muertos, sedes del PSUV quemadas, Centros de Diagnóstico Integral devastados, militantes golpeados, familiares de miembros del Consejo Nacional Electoral amenazados de muerte y zarandeados. Todos los medios de comunicación que han alimentado estos hechos, están detrás de estos muertos.
A usted le corresponde responder a una pregunta:
- ¿Hasta cuándo va a tolerar que los medios de comunicación sigan mintiéndole ?
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