Ver de Pablo Antillano, La mediocracia
Documentos sobre los sucesos de abril de 2002 en Venezuela
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Dos importantes contingentes de periodistas,
irreconciliables e irredentos, han desempolvado viejas nociones del
intelectual comprometido, del compromiso y la militancia, para
justificar sus coartadas cotidianas, a veces apasionadas y otras, pocas,
conceptuales. A unos y a otros les ha dado por lanzar arena en los ojos
de los lectores para llevar agua a su propio molino, para que la razón
de sus convicciones se trasmute en revelación divina, exaltada, unívoca,
ineludible y poderosa. Ambos grupos actúan en nombre del bien común,
invocan la defensa de la democracia, de la justicia y de la redención,
actúan en nombre de la libertad de expresión y acusan al adversario de
manipular la información, de mentir, de agredir, de promover un
escenario político de consecuencias diabólicas. Ambos han encontrado
justificable que se violen los principios fundamentales del oficio
periodístico, porque no les parece que sea un momento prudente para
hacer periodismo, ya que el momento exige ser militante y comprometido.
No dejan de ser de enorme importancia las huellas testimoniales de esta
perspectiva que han expresado, no solo los consabidos columnistas de
opinión, sino reporteros de formidable envergadura en el momento actual
del periodismo venezolano. Y quedarán para la historia del diarismo los
editoriales explícitos de grandes diarios nacionales y regionales que
han sostenido que lo que está en juego es más importante que el
periodismo y hay que actuar en consecuencia.
Medios creíbles y periodísticos
En la mayoría de estos artículos, editoriales o manifiestos, unos sostienen que no es el momento de ser neutrales sino el momento de sacar a Chávez, los otros responden que no es el momento de ser imparciales sino el de defender la revolución.
Omiten estos periodistas y esos medios la posibilidad
de que las audiencias no les estén solicitando que sean imparciales ni
neutrales sino simplemente creíbles, y que hagan buen periodismo. Un
medio no tiene por qué ser neutral pero puede ser creíble, incluso por
sus adversarios.
De hecho, ni en el periodismo venezolano ni en el de
los países democráticos se han entendido nunca los términos de
neutralidad, imparcialidad u objetividad como sinónimos de una ausencia
de posición o una orientación a no tomar partido. Olvidan que El País de España tiene una posición y que la misma es diferente de las posiciones de El Mundo o de ABC. Que la revista Panorama de Italia se lee como una revista de las izquierdas mientras que L’Espresso es leída como revista de derecha. Posiciones diferentes tienen Le Figaro, Nouvel Obs, Le Monde o Il Manifesto.
Y nunca, jamás, han renunciado a sus puntos de vista los diarios
norteamericanos, unos más republicanos y otros más demócratas. Han
objetado sistemas de gobierno, pero intentan preservar siempre los
códigos de hierro sobre los que se levanta el mejor periodismo del
mundo.
Las audiencias indefensas
La desesperación política, la impaciencia y en muchos casos la arrogancia llevó aquí a muchos editorialistas y periodistas a sostener que los medios habían sustituido a las organizaciones políticas. Que habían llenado el vacío dejado por los partidos. Se lo repitieron tanto a sí mismos que terminaron por creérselo y por vender esta falacia a los lectores. De esta manera los medios de uno y otro bando —oposición y gobierno— terminaron por convertirse en máquinas de propaganda y arenas de combates.
Ambos grupos terminaron aceptando prácticas
informativas en las que se silencia o se oculta información, se permite
que la opinión se metabolice en información, se alimenta el rumor, se da
crédito al panfleto militar y a la arenga política, se legitima el
documento no confirmado, se da cauce a la opinión interesada de
terceros, e incluso de abogados y litigantes de un solo lado, no
discuten las premisas sobre las que se sustentan las campañas, no se
investigan a fondo los actos de corrupción, se permite que queden
impunes los crímenes políticos y que no se evalúen los intereses
bastardos o ilegítimos de los protagonistas, con tal de que coincidan
con una causa. El publico de ambos lados perdió la posibilidad de
conocer los hechos porque, como los políticos, los periodistas y medios
mueven sus informaciones hacia sus beneficios, hacia sus conveniencias o
banderas.
Del periodismo combativo al antiperiodismo sesgado
Los tiempos que seguirán a la actual crisis política que sacude a Venezuela serán ricos en libros, investigaciones y análisis que evaluarán el impacto sobre los diversos oficios y segmentos de la venezolanidad contemporánea. Por lo pronto enumeremos aquí la primera evaluación que en diversos foros y encuentros con periodistas se han hecho sobre la conducta de los medios antes, durante y después de la profunda crisis de abril de 2002, donde se discutieron algunos de los síntomas mas visibles de ese quebranto de las bases de nuestro periodismo:- Exceso de discrecionalidad en la interpretación intencionada de la noticia. El periodista ya no entrevista sino que se convierte en un personaje litigante. No le interesan los hechos, le interesa tener razón. Títulos intencionados que apoyan la perspectiva editorial y no la importancia noticiosa.
- Usos irregulares de las fuentes. Uso exagerado de fuentes informativas de un solo sector. Contraste suspicaz y sistemático de las noticias provenientes del sector adversario y validación automática en las fuentes coincidentes con el propio interés. Manejo interesado, acrítico, antidemocrático y delictivo de la fuente militar. Adulancia y credibilidad a la información oficial y progubernamental.
- No se verifican con rigor todas las informaciones provenientes de terceros.
- Sobrevaloración del rumor y las formas condicionales de la información. Validación interesada de rumores, advertencias y suposiciones no comprobadas. Valoración abusiva de las formas condicionales como habría, no se descarta, podría, al parecer, se comenta que... etc.
- Excesos de opinión en la información.
- Confusión entre publicidad, propaganda política, opinión e información, especialmente en los medios radioeléctricos. La manipulación de la imagen audiovisual.
- Ausencia de rigor. En los debates que los medios promueven entre “expertos” —que hoy son los opinadores profesionales— podemos muchas veces formarnos una opinión sobre cuál de los dos ha ganado, cuál ha tenido la victoria dialéctica, pero estamos virtualmente indefensos contra las falsas premisas, que ninguno de los contrincantes ha desafiado, o indefensos ante los aspectos o temas que se omiten involuntaria y negligentemente, y que ninguno de los dos ha incluido en sus argumentos. Se orienta al público a dilucidar quién ha ganado, pero se le impiden las reflexiones que permiten discernir la validez de la confrontación, las premisas o causas de la misma. Falta de rigor es también ausencia de investigación, desprecio por la comprensión documental.
- Retórica del espectáculo y el entretenimiento. A la ausencia de rigor contribuye la nueva retórica de los medios en los que la noticia debe ser corta, breve, entretenida... que son modalidades adquiridas del mundo de la publicidad y el entretenimiento. Estas formas retóricas atentan contra el rigor de la documentación, del contraste, de la investigación y abandonan al espectador y al lector a merced de los efectos y el manejo del espectáculo.
¿Qué hacer?
En conclusión, la actual confrontación política impide ver a periodistas y medios, militantes y combativos, que estas prácticas de mal periodismo debilitan sus propias causas. Afectan la imagen de calidad periodística que se exigen los medios de envergadura, debilitan la contundencia de sus denuncias y campañas, erosionan la credibilidad en torno a sus posiciones e intereses, y los hace vulnerables a su utilización por parte de terceros.
Pero lo que es más grave, deja a la población, a las
audiencias sin información creíble, sin medios creíbles. La democracia
queda desnuda, sin la autoridad de los medios para dotarla de
instrumentos de discernimiento y orientación. Es más sólida una
democracia con medios fuertes por creíbles que una sociedad con medios
fuertes por comprometidos.
Creemos que no es difícil reconstruir el sistema
informativo venezolano, severamente deteriorado, si se reestablecen
algunos principios del periodismo orientados a atenuar el exceso de
opinión de las mesas de redacción y, muy especialmente, cumpliendo las
normas clásicas del buen periodismo que contempla verificación de la
información obtenida de terceros, no dar crédito al rumor o al chisme
que afecta a terceros sin la debida comprobación, usar las fuentes con
precisión, evitar al máximo los condicionales (habría, no se descarta, podría, al parecer, se comenta que...
etc.), perseguir el rigor y la precisión, utilizar con propiedad los
apoyos documentales, informar siempre con base en hechos, y contrastar
opiniones de diversos bandos en casos controversiales, no acusar a
nadie, ni considerarlo sospechoso de algún delito, si no se cuenta con
indicios suficientes y capaces de ser suscritos por instituciones
externas al periódico, reproducir las citas con exactitud, titular en
concordancia con los materiales informativos, cultivar la elegancia
lingüística, evitar las expresiones ofensivas para alguna de las
audiencias de periódico, cultivar el uso ponderado de las encuestas para
evitar ser utilizado en conflictos de intereses, de otra manera
moriremos envenenados, sea con arsénico chavista o con cicuta golpista.
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