Utilidad de la Inquisición
Por: Roberto Hernández Montoya Fecha de publicación: 07/06/10
La Santa Inquisición no ha sido el único producto del Mal Absoluto, pero ha sido tal vez el más divulgado. Pasó también durante el stalinismo y el nazismo, por ejemplo. Y muchos otros ejemplos que se podrían citar. El asunto consiste en la execración de un grupo humano como Mal Absoluto, los herejes, los renegados, los judíos. Al colocarlos como emisarios del Mal Absoluto, cualquier mal que se les haga o se haga a terceros, por grande que sea, nunca será mayor que el Mal Absoluto. Absoluto significa, según la Real, “independiente, ilimitado, que excluye cualquier relación”, es decir, incomparable, infinito, eterno, incondicional, que va más allá de toda proporción humana. No consiente parangón ni mesura, no hay modo de calcularlo porque la mente humana se declara enana ante el absoluto, sea Bien Absoluto, sea Mal Absoluto. No hablaré del Bien Absoluto, que tampoco existe, sino del Mal Absoluto, que también es una entidad imaginaria en nombre de la cual se cometen los peores crímenes. Liberté, Liberté chérie/combien de crimes a-t-on commis en ton nom !, 'Libertad, Libertad querida/¡cuantos crímenes se han cometido en tu nombre!'. Hoy ya no son los herejes ni los que Stalin declaraba enemigos del pueblo o renegados, ni son los judíos. En una época para el imperio estadounidense los malos absolutos eran los comunistas, el Viet Cong, los “castrocomunistas”, los “rojos”, etc. Abatido el Muro de Berlín y todo el campo soviético, pasaron a ser los narcotraficantes, al menos por un tiempito, pero por alguna razón no hubo modo de tipificar a ningún grupo humano específico, étnico, cultural, regional, como narco, salvo los latinos, pero era una tipificación confusa, había latinos “buenos”, como los cubanos de Miami, por ejemplo, a quienes no convenía meter en el mismo saco. De todos modos por ahí sale de vez en cuando alguna película desorientada en que los sanos anglosajones enfrentan una banda de forajidos mulatos que hablan español (lo que ya revela su salvajismo) que trafican drogas para corromper a la sana juventud rubia de ese país. Pero no está allí el centro de la nueva satanización. Ahora se trata de los terroristas. Se escenificó el gran espectáculo de las Torres Gemelas, símbolo del orgullo yanqui mancillado por unos “cabeza de trapo” venidos del Más Allá social, las cuevas de Afganistán, donde se anida una raza ajena y pagana, que adora a Alá y cría cabras en el desierto, prueba de su salvajismo. No sé quién hizo lo de las Torres Gemelas, pero me luce como extravagante acusar a pastores de cabras. En todo caso, aun siendo los cabreros, la noticia se escenificó de modo lo suficientemente hollywoodense como para crear el icono. Desde entonces más que nunca basta ser musulmán para ser ya terrorista y punto, sin apelación, hasta una ley crearon que permite a cualquier policía declararte terrorista nada más por tu aspecto físico, tu ropa, lo que sea, aunque jamás pongas bombas y seas hasta aliado del Imperio. No importa que te arrastres, siempre serás sospechoso con esa barba, ese turbante, esa mirada torva y además tapas y maltratas a tus mujeres, so polígamo. En nombre de la burqa afganí se invadió a ese país para que las mujeres siguieran usando burqa y se siga lapidando a las adúlteras bajo la mirada indiferente de los marines. Es una discusión estúpida, porque cierto, será bien bueno que todas las mujeres del mundo se liberen un día, entre ellas las estadounidenses golpeadas hasta la muerte por sus cowboys, pero para liberarse deben estar vivas, de modo que despedazar a las musulmanas en un bombardeo no luce como un buen método de liberación. Es más bien una coartada para justificar aplastar a un pueblo. En nombre del terrorismo se justifican las peores atrocidades, como esta que acaba de ocurrir en aguas internacionales camino a Gaza. En nombre del derecho a la defensa propia, el Estado de Israel excusa el asalto pirata de embarcaciones en mar internacional, el asesinato de varios pasajeros, el secuestro de todos y el resto lo que la televisión nos está mostrando literalmente ad nauseam, porque de verdad da náuseas. Es tan incalculable el Mal Absoluto que una máquina de afeitar en manos de una persona señalada de terrorista es un arma de destrucción masiva o algo así. Las “armas” que el gobierno israelí incautó en los barcos y mostró a los medios de comunicación eran cuchillos de cocina, tubos, supongo que por ese camino también cortaúñas, tirabuzones, lápices labiales, biberones (que pueden contener veneno), inyectadoras, cerillos, todo eso es mucho más mortífero que las metralletas usadas por los soldados asaltantes. Daría risa si no hubiera tanta tragedia de por medio.
roberto.hernandez.montoya@gmail.com
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