Vi, en Bariloche,
Argentina, gracias a Mari Fernández y Leonardo Jalil, amigos de la Radio
Nacional, el documental “Pacto de Silencio” realizado por Carlos
Echeverria en el año 2005. Obediente a su estatura temática y a su
responsabilidad política, el documental es un logro semiótico de
investigación, de relato y de imágenes para estremecer en nuestras
cabezas y corazones lo que en la Historia de Argentina viene
estremeciéndose, aun con algunas lentitudes, en la década reciente.
¿Fue -o es- Bariloche un nido nazi? No contaré aquí el final del
documental. La respuesta es muy clara. Algunos ni idea tienen, pero pasó
por sus narices el tufo fétido de la historia criminal del fascismo y
no se percataron -o lo confundieron con perfumes de progreso burgués-.
La ignorancia, la rutina y la abulia burguesa emborracharon a la moral
pueblerina de Bariloche y la hundieron en un marasmo de complicidades y
autocomplacencias en el que llegó a reinar, por sus fueros, una de las
figuras más denotadas y connotadas en las huestes de Hitler. Y lo
nombraron director de la escuela más “prestigiada”. Todo está
documentado.
Muy a pesar de la voluntad de los nazis (y sus
cómplices vernáculos) Bariloche “creció” y se conectó con el país y con
el mundo. Dejó de ser un escondite perfecto y precioso. Se supo lo que
muchos ocultaban y ocultan. Bariloche sedujo al mundo con la belleza
furiosa de sus montañas, sus lagos y sus paisajes; Bariloche escapó, por
ardides de su hermosura, al reducto de silencio y aislamiento
que fue idóneo para los criminales nazis durante demasiado tiempo. Pero
se supo todo. Hoy es una ciudad con 130 mil habitantes, aproximadamente,
y es un paraíso de paisajes lacustres donde se escenifican las
aberraciones más delirantes del capitalismo salvaje bajo el mismo modelo
de ciudades secuestradas por las “industrias del turismo” depredador,
las inmobiliarias más corrosivas y la hipocresía de clase consagrada en
plazas públicas y templos. En Bariloche la plaza principal es una
afrenta por la figura ecuestre de uno de los genocidas más terribles en
la historia de Sudamérica: Julio Argentino Roca. Y en los vitrales de la
catedral, escenas de la “campaña del desierto”. Pura didáctica
“artística” del despojo y del exterminio.
En Bariloche los trabajadores, que cargan el peso de la “industria turística”, están arrinconados en los cerros. Es una especie de reclusión cosmopolita
con los rostros y los acentos de la pobreza más diversa. Viven ahí
custodiados por los métodos policíacos más típicos del fascismo,
incluyendo el “gatillo fácil” contra los jóvenes de los barrios. Viven
ahí donde reina un paisaje natural magnífico y un paisaje social
infestado con desolación, abandono, ninguneo y represión. A esos cerros
la modernidad llega sólo por televisión o en armamentos represores. ¿No
son lo mismo? En Bariloche duele la lucha de clases de una manera muy
especial porque duele con frío diverso, con distancia, con abismos de
inequidades y bajo los estragos de cenizas volcánicas… duele, y duele
muchísimo, porque es un escenario de lucha ideológica dramático en el
que vamos perdiendo batalla tras batalla. Silencio… porque de eso no se
habla. Hasta que apareció el documental de Echeverría muchos de los
temas ahí exhibidos, y denunciados, fueron temas de la impunidad costrosa.
Una, de entre cientos de imágenes estremecedoras, exhibe a Erich
Priebke despedido a besos por la policía antes de que se lo juzgara por,
al menos, 300 asesinatos. Es un documental indispensable para
profundizar mil debates.
Ahí se muestra, en su drama más
devastador y desafiante, la guerra ideológica de todo el siglo XX y de
lo que va del XXI. Ahí se muestra con toda su desnudez, y horror, el
peso y el costo de la ideología nazi infiltrada en la tranquilidad y la
modorra provinciana de familias y comerciantes celosos de sus familias y
de su propiedad privada. Mientras tanto depredan los recursos naturales
y la mano de obra. Y todo bajo la dilección moral y pública de un nazi
multi-premiado. Lo mismo que ocurre en muchos bancos, empresas,
latifundios, iglesias y cadenas de televisión… es un magnífico
documental insuficientemente divulgado y debatido. Echeverria es hoy
director de la Radio Nacional de Bariloche. Tiene la oportunidad
extraordinaria para ayudar derrotar todo vestigio de ideas nazis en su
tierra y fuera de ella.
Bariloche es un lugar idóneo para un
trabajo político de envergadura continental. Lo tiene todo. Ahí debieran
fundarse mil escuelas de formación política avanzada en el rumbo de
consolidar la independencia de nuestros pueblos y de formar
científicamente los cuadros capaces de terminar para siempre con la
ideología de la clase dominante. Ahí están los pueblos originarios, con
el peso de su historia y con la afrenta escultórica que a diario les
restriega la oligarquía en el rostro como moraleja criminal. Ahí está
una clase trabajadora que en un mismo escenario ve cómo se privatiza el
paisaje y cómo las empresas trasnacionales sueñan convertir en apartida
todo lo que contratan. Ahí están los jóvenes, los abuelos, las mujeres y
los niños del pueblo limosneando servidumbre para que el turista
escurra propinas. Ahí está un gobierno cargado con deudas y todavía muy
lejos del verdadero mandato popular.
El documental de
Echeverría es una autopsia de la ideología Nazi en Argentina. Nos aporta
un paisaje inmediato, concreto y horrible del que él mismo fue parte -y
lo sigue siendo- hoy no como estudiante víctima sino como
militante llamado a tomar lugar en la batalla de las ideas contra la
opresión burguesa que jamás ha dejado de ser nazi. Cuando en todo el
continente se denuncian brotes -y rebrotes- del nazi-fascismo; cuando la
burguesía financia criminales, en todas partes, para descarrilar
democracias e intentos de dignidad; cuando soplan vientos fétidos de
neoliberalismo en “la Alianza del Pacífico”… el documental de
Echeverría, filmado mayormente en Bariloche, tiende puentes
histórico-políticos extraordinarios con la Cumbre de UNASUR más vigorosa
que hemos visto, y que se realizó en Bariloche, para denunciar las
bases militares norteamericanas en Colombia aprobadas por Uribe. Ninguna
casualidad, es “el motor de la historia”, expresándose.
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